Todo es excesivo en Vicious Bear (Oso intoxicado), dirigida por Elizabeth Banks. Un oso negro que es el principal atractivo, convertido en un monstruo imparable, hasta el baño de sangre que provoca, además de buena parte de las situaciones que se dan. Casi todos ellos son el resultado de accidentes impensables, planes que fallan en momentos inesperados o situaciones fuera de control.
Basado en la historia real de un animal salvaje que consumía paquetes enteros de cocaína, el guión de Jimmy Warden llega a la ficción como una siniestra burla, con elementos de una película de terror que se deleita en sus escenas más gráficas. La directora combina ambos tonos y, en varias de sus secuencias más importantes, el asesinato intenta ser humorístico. El propósito del argumento es la risa incómoda y la repulsión como forma de sátira.
Pero Vicious Bear (Oso intoxicado) lo logra solo parcialmente. De hecho, durante su primera media hora, utiliza sus recursos narrativos para dejar claro que lo que muestra sucedió alguna vez. Que el atractivo de estar basado en circunstancias reales es un elemento a tener en cuenta.
Una situación impensable en medio de un crimen ridículo
Andrew C Thornton II (Matthew Rhys) es un traficante de drogas que intenta transportar por aire varios contenedores de drogas. Lo hace en medio de una serie de tonterías que conducen, por supuesto, a una tragedia que Vicious Bear (Oso ebrio) no oculta desde el principio.
Cuando el vuelo improvisado está a punto de estrellarse, Andrew salta con un paracaídas. Pero antes se asegura de tirar buena parte de la droga en una zona boscosa y llevar en sus brazos lo que puede sostener. Será precisamente este detalle —lo último que sucedió realmente y que sirvió para la trama— el que desencadenará los horrores que seguirán.
El peso de los paquetes es excesivo y el personaje acaba muriendo al estrellarse contra el suelo. Los contenedores están dispersos por los bosques de Georgia. Entonces, un oso negro encuentra uno, lo abre y come tantos paquetes como puede. A partir de ese momento, Vicious Bear (Oso Intoxicado) abandona su cuidada reconstrucción para burlarse del azar y sobre todo de las muertes violentas.
El paisaje boscoso, escena mortal del oso vicioso
Una de las pocas virtudes de Vicious Bear (Oso Intoxicado) es que no se limita a insinuar lo que sucederá. Elizabeth Banks decide que la aventura de la bestia salvaje convertida en máquina de matar será tan vulgar e incómoda como anuncia su premisa. Lo cual funciona durante el primer tramo, cuando el oso desarrolla una fulminante adicción a la droga.
El animal completamente recreado digitalmente sufre una rápida transformación en una criatura temible. El guión deja en claro que probó un tipo desconocido de libertad. Es lo más parecido a un desenfreno humano que la película exagera hasta el absurdo. Finalmente, la sed de sangre y la voracidad por la droga transforman al oso en un monstruo brutal.
El cineasta utiliza las imágenes explícitas como una especie de broma retorcida, convirtiendo gran parte de la trama en una sátira perversa. Pero ella no puede concentrarse en un solo punto. ¿Se burla de la mera posibilidad de un oso de coca cola? ¿De la ingenuidad de la larga lista de sus víctimas, que van desde excursionistas hasta niños perdidos en el bosque?
Más aún cuando solo vuelve a tener cierta coherencia al centrarse en la historia paralela del capo de la mafia, interpretado por Ray Liotta, en busca del cargamento de droga. Entonces, la película se convierte en una versión muy extraña de un juego de equivocaciones, de planes mal trazados y errores fatales. Todo enfocado se basa en llevar a cada personaje a un encuentro fortuito y brutal con el oso que vaga por el bosque en busca de una nueva dosis de cocaína.
Con personajes planos, poco más que víctimas para que disfrute el voraz monstruo, la trama se tambalea tan pronto como se aleja de la criatura que busca sangre. La película solo funciona en su descripción de la violencia animal desenfrenada. En sus múltiples variaciones recrea atroces asesinatos con peculiar detalle.
Sin embargo, el humor involuntario entre brazos arrancados, gritos de dolor y gruñidos espeluznantes no es lo suficientemente inteligente. Por el contrario, Vicious Bear (Oso intoxicado) acaba siendo una gran colección de ideas a medio esbozar. ¿Se trata de narrar lo que pudo haber sido en los espacios sin respuesta del hecho real? ¿Una recreación minimalista de una circunstancia basada en aterradoras coincidencias?. El filme es una sátira de todo, donde el espectador solo tiene que ir a pasar un buen rato en el cine y desconectarse de un cine para no pensar.