Ioannes Sdrech | Según las circunstancias, sensato y prudente, atrevido y temerario, pero sobre todo astuto. Un godo que vería la luz en 454 y que durante su infancia se convertiría en rehén amistoso del Imperio romano, permaneciendo en Constantinopla a partir del año 461, habiendo durado su lujoso cautiverio una década. Recibió la misma formación que los hijos de la élite, asimiló las costumbres y estilo de vida romanos, conoció su historia, solía moverse con libertad por la gran capital y comprendió el pensamiento de su gente. Fue un acuerdo diplomático entre el imperio y la familia del infante, los amalo, lo que lo mantuvo durante largo tiempo en el seno de la superpotencia. Los amalo comandaban una importante liga de godos ubicados en Panonia, tratándose de uno de los frutos de la desintegración del imperio huno de Atila. Esta poderosa agrupación era liderada por Valamiro, acompañado de su hermano Teodomiro, el padre de nuestro protagonista Teodorico.
Tras la fragmentación de ese poderoso imperio huno, se formaron potentes contingentes que comenzaron a medirse entre sí, en una de esas contiendas perecería Valamiro, tío de Teodorico, y aproximadamente dos años más tarde, en el 471, el rehén regresaría con los suyos para ponerse bajo el servicio de su padre, el nuevo líder de los godos de Panonia. Ese mismo año perecería Aspar, soldado de origen bárbaro radicado en Constantinopla, y quien hasta entonces había sido el poder en las sombras tras los monarcas. El emperador León es quien habría puesto un alto al influyente miliciano, cuyo deceso dejaría huella en la cúpula gobernante, ya que sufrirían los embates de otra agrupación de godos, los afincados en Tracia y leales a Aspar, dirigidos por otro Teodorico, de cognomen Estrabón. Tras las fricciones los godos de Tracia continuarían como federados del imperio, recibiendo una paga anual, así Teodorico Estrabón se convertiría en magister militum praesentalis en 473.
Bajo la dirección de su padre, Teodorico el amalo lideró exitosas expediciones que fueron victorias vitales contra el gran imperio, apoderándose de las ciudades de Herakleia Lynkestis, Larisa y Singidunum. Teodomiro moriría alrededor del 474 y el joven amalo se convertiría en el nuevo jefe de los godos de Panonia, mientras que ese mismo año en Constantinopla desaparecía el emperador León, quien sería sucedido por su nieto León el joven, apenas un niño. El pequeño emperador moriría poco después y su padre, Zenón, se haría con el poder.
El amalo tenía la responsabilidad de mejorar las condiciones de vida de su gente, conseguir un asentamiento que pudieran sentir como propio y beneficiarse a costa de un imperio tan poderoso como vulnerable. Pero Zenón no otorgó beneficios o reconocimiento alguno al líder godo. El panorama no era sencillo, un nuevo emperador de complejo carácter y cuya posición pendía de un hilo, además en escena se encontraba el otro Teodorico y sus enérgicos godos tracios. Pero el joven amalo contaba con una enorme ventaja, disponía de una visión especial, superior a la de sus rivales, pues había vivido y recibido formación en Constantinopla.
Zenón se vería abandonado por Illos, isaurio de origen y hasta ese momento un hombre de las confianzas del emperador. El general apoyaría a alguien con pretensiones tan frágiles como las del monarca, Basiliscus, hermano de Verina, viuda del extinto León. A la conjura se sumaría Teodorico Estrabón y su contingente de godos. Impopular y sin apoyos de relevancia, a Zenón no le quedó mayor remedio que emprender la huida, lográndose resguardar en Isauria, mientras que el 9 de enero de 475 Basiliscus era coronado. En su exilio el gobernante se hizo con los servicios de Teodorico el amalo, quien le ayudó a contener a los godos federados de Tracia, mientras que la compleja política romana una vez más se asomaba, Illos cambiaría de bando, apoyando a Zenón, igualmente lo desempeñaría Armatus, sobrino y hasta entonces principal apoyo de Basiliscus. Zenón se hacía nuevamente con el dominio del estado romano y Basiliscus se entregaba tras asegurarse que el soberano no lo ejecutaría. Así se dieron las cosas, el emperador no lo ajustició, tan solo lo depositó, en compañía de su familia, en una cisterna vacía, en donde todos murieron de inanición.
Era el año 476, y tras el tumulto, Zenón, recibiría una peculiar embajada. En occidente también había imperado el caos, mas un hombre se impuso y estableció el orden en la región, el magister militum Odoacro, príncipe esciro y ahora señor de Italia. Antes, el legítimo emperador de occidente, Julio Nepote, respaldado por el poder central de Constantinopla, había sido presionado por Flavio Orestes, quien lo obligó a regresar a su asentamiento en Dalmacia. Orestes, quien fuera secretario de Atila, gobernaría en conjunto con su hermano y pondría como frente a su pequeño hijo Rómulo, un usurpador para los ojos de Constantinopla. Orestes proclamaba a su vástago el 31 de octubre de 475 en Rávena, y en menos de un año aquel aguerrido oficial del ejército romano, el ya citado Odoacro, ejecutaría a los hermanos Flavio Orestes y Paulus, deponiendo y exiliando a Campania al joven Rómulo, a quien no consideraba una amenaza. Odoacro, como nuevo amo de occidente, comprendió que la figura del emperador no era necesaria, que las cosas se habían sostenido de manera efectiva por largo tiempo, con gobernantes títere, siempre manipulados por militares que amasaban el poder. La estructura política y administrativa imperial prevalecería con el príncipe esciro a la cabeza. Hábil, Odoacro, indujo al senado a enviar aquella delegación a Constantinopla para que se entregasen las insignias imperiales, y las recibiría Zenón, justo a tiempo tras haber sido restaurado en el poder.
El emperador continuaría reconociendo a Nepote como genuino representante de occidente, mientras que Odoacro sobrellevaría una pantomima acerca de su subordinación con oriente, entretanto en la práctica conduciría su gobierno de manera autónoma. Diplomático y cauteloso hizo lo prudente, mandó a acuñar moneda con los nombres de Julio Nepote y Zenón, los monarcas romanos. Odoacro podía estar tranquilo, su posición era sólida al contar con el respaldo militar. El bárbaro se valió del descontento del ejército para realizar su movimiento y dar un golpe de estado contra una administración débil. El recorte de presupuesto para las milicias había sido el pretexto, y ello lo llevó a la cumbre.
El tiempo transcurría y dos peligrosas bandas merodeaban la parte oriental del imperio, los godos de Tracia y de Panonia. Zenón hacía y rompía tratos con ambas, apoyaba a Estrabón y después al amalo, y su sagacidad lo llevó a enfrentarles entre sí para debilitarles. Desde la perspectiva de los godos, estos pudieron advertir como el emperador los traicionaba una y otra vez, por lo que ambas agrupaciones alcanzaron un pacto de no agresión. En un par de ocasiones Estrabón intentó tomar la gran capital, pero la ciudad era inexpugnable, poco más adelante Teodorico Estrabón perecería en un accidente y sería sucedido por su hijo Recítaco, quien gobernaría en conjunto con dos de sus tíos, hasta que los eliminó para regir en solitario.
Un buen día, en Constantinopla, sería asesinado Recítaco, el nuevo líder de los godos de Tracia, y la orden había provenido de Teodorico. Muchos de aquellos federados tracios desertaron en favor del amalo, quien para entonces era un hombre poderoso, cabeza de una respetable potencia militar independiente del imperio. El caudillo bárbaro había sido nombrado general del imperio y cónsul del año 484, tratándose de una fuerza a tener en cuenta, una amenaza que a Zenón no le convenía tener suelta y acechando. Por su parte, Teodorico era consciente que no podía tomar la capital y cualquier otra alternativa era incierta. Podemos figurar que ambas partes, conscientes de sus debilidades y fortalezas, pactaron una solución que les beneficiaba, así el emperador se desharía de los incómodos godos y Teodorico iría en busca de un asentamiento propio. Era el año 488 y ese poderoso ejército de bárbaros, con respaldo imperial, marchaba rumbo a la península itálica.
Hacia el 489 los invasores habían penetrado en Italia, sus fuerzas estaban compuestas por godos de Panonia y Tracia, así como algunos grupos surgidos tras la desintegración del imperio de Atila. Esta potente milicia había derrotado y mermado a las huestes del rey Odoacro. A pesar de ello la conquista se había convertido en una cuesta arriba, tan dura como la de Sísifo. El amalo había demostrado ser más fuerte, pero la capital, Rávena, era impenetrable. El tesón de Teodorico se impondría y obligaría a Odoacro a negociar, habiéndose alcanzado un pacto, compartirían el poder.
Un banquete con sorpresa, como la sufrida por Hárpago o la ofrecida por Tántalo a los dioses. Se trataba del último respiro de Odoacro, quien confiado, en pleno convite perdía la vida en manos de Teodorico. De inmediato familiares y partidarios de Odoacro fueron igualmente eliminados.
A partir del 493 y durante treinta y tres años Teodorico gobernaría Italia, llevando las riendas de una corte romanizada, y como arriano mantendría buenas relaciones con los obispos de Roma, representantes del cristianismo niceno. Respaldó y fue respaldado por la élite romana en Italia. Con base en Rávena, su régimen lo sustentó en la propaganda, favoreciendo el derecho romano y la educación clasicista. Sin duda, aquel jefe germánico, se mostraba ahora como un gran monarca romano.
Cada año, a partir de 498, Teodorico nominaría a uno de los cónsules del imperio, pudiendo ser estos únicamente de origen romano. Lo cargos civiles y administrativos recaerían en los ciudadanos romanos, obligados a pagar impuestos. Mientras que en las filas del ejército ocurría lo contrario, pues estas eran conformadas por godos, aspecto que ofrecía un inmenso poder al rey, quien, gracias a sus dotes de liderazgo, consiguió que romanos y bárbaros convivieran civilizadamente.
Como nuevo rey de Italia, a través de la espada y de alianzas matrimoniales, sometería al resto de reinos bárbaros, fortaleciendo su posición y manteniendo el orden en occidente. Además, continuaría permaneciendo como una amenaza para el poder en oriente, habiendo derrotado a mercenarios búlgaros al servicio del imperio. Subyugó a Gundebaldo, rey de los burgundios, de igual manera lo desarrolló con Traserico y Trasamundo, representantes de gépidos y vándalos respectivamente. Su red de acuerdos nupciales fue extensa, casó a su hermana Amalafrida con el anteriormente mencionado líder de los vándalos, Trasamundo. A su hija Ostrogotha la unió con la nueva cabeza de los burgundios, Sigismundo, mientras que a su hija Teodegoda la entregó al rey de los visigodos, Alarico. A su hija Amalasunta la confió al noble visigodo Eutarico, quien llegaría a convertirse en su heredero. El propio Teodorico dio un golpe maestro al desposarse con Audofleda, hermana del rey franco Clodoveo. En 511 Teodorico había sacudido a los visigodos, convirtiéndose así en el regente de su nieto Amalarico, producto de la unión de Alarico y Teodegoda, y a la vez en gobernante en funciones de dicho reino.
El monarca bárbaro, desde su sede en Rávena, dirigiría las riendas de España, el mediterráneo de las Galias, Italia, la costa de Dalmacia y parte de la zona media danubiana.
En Roma dos obispos serían elegidos en el año 498, Lorenzo y Símaco. Teodorico fue mediador entre las facciones que apoyaban a uno y a otro, aclarándonos esta cuestión el prestigio, la influencia y la autoridad del soberano, que como arriano intervenía en una disputa nicena. Tras años de división en las entrañas de la iglesia, el monarca godo fue cuidadoso en su resolución, decantándose por Símaco, pues el otro candidato, Lorenzo, mantenía fuertes lazos con Constantinopla.
Su poder fue tan grande que como arriano se superpuso a la autoridad del obispo de Roma, llegando a ser pieza relevante en la continuación del cisma acaciano entre Roma y Constantinopla, así como en su posterior resolución. Tras la conclusión del cisma, Constantinopla reconocería formalmente a Eutarico, yerno del godo, como su sucesor. Era el año 519 y Eutarico sería compañero del emperador Justino en el consulado, con estos gestos se alcanzaría la paz entre romanos y aquel formidable dirigente de sus provincias occidentales, el rey Teodorico, quien en la práctica siempre permaneció emancipado del poder central de Constantinopla.
Al haber crecido en la capital imperial , Teodorico, fue fuertemente influenciado por la cultura romana, incluido su arte. Su campaña constructora la concentró en su gran capital, Rávena. Para celebrar el arrianismo el rey creó un conjunto de basílica y baptisterio, este último conocido con el nombre de Baptisterio de los Arrianos, de planta octogonal y erigido con ladrillos de diversos tamaños y colores. El motivo decorativo de la cúpula fue el bautismo de Cristo. En el espacio central hacen presencia Juan Bautista y la encarnación del río Jordán, quienes flanquean a un Cristo apolíneo, quien permanece sumergido en el agua y sobre el que se encuentra el espíritu santo en forma de paloma. En el anillo exterior, diez de los apóstoles cargan con las manos veladas las coronas del martirio, mientras que Pedro porta las llaves y Pablo lleva consigo los rollos de la ley, dirigiéndose todos estos hacía un trono vacío. Asimismo, el dirigente se hizo construir un conjunto palaciego del que sobrevive la capilla, hoy San Apolinar el Nuevo, de planta basilical, con tres naves separadas por columnas, mientras que los mosaicos muestran santos, santas y escenas de los milagros y de la pasión de Cristo, todo construido también en ladrillo. Igualmente destacó el Mausoleo de Teodorico, obra que el gobernante vislumbró para su enterramiento. A diferencia del baptisterio y del conjunto palatino, el alzado de este edificio se realizó en piedra y no en ladrillo. Consta de dos niveles, el inferior decagonal, mientras que el superior es dodecagonal. De planta centralizada, inspirado en los panteones del imperio, inmueble digno de su creador: robusto, imponente y poderoso.
Hacia el ocaso de su existencia, sus allegados, así como los no favorecidos por el rey, comenzaron a buscar a sus respectivos candidatos para sucederle, entonces el desorden empezó a emerger. Eutarico, el heredero reconocido había fallecido hacia el 522 y para agravar la situación Constantinopla comenzó una persecución contra los cristianos no nicenos, además de haber creado una alianza con vándalos y burgundios. La puntilla la dieron al no brindar su legítimo reconocimiento al nuevo legatario de Teodorico, su nieto Atalarico, fruto de su hija Amalasunta y del finado Eutarico. La voluntad del amalo se veía en entredicho, e incluso estados oprimidos por el rey comenzaron a espabilar y deslindarse de la represión de la que habían sido víctimas. Todas estas tensiones bien pudieron orillar al régimen real a decretar el encarcelamiento y ejecución de senadores como Boecio y Símaco, figuras importantes en la administración de Teodorico y de quienes se sabía mantenían vínculos estrechos con oriente. Este fascinante e insólito gobernante expiraría en el año 526, entretanto su legado sería continuado por sus descendientes, mientras que la aparición de la recuperatio imperii, proyectada por el emperador Justiniano, evaporaría los últimos indicios de lo que fue un sensacional reino, dirigido por uno de los personajes más sugestivos de la historia.
Imágenes: Teodorico el amalo, bóveda del Baptisterio de los Arrianos y Mausoleo de Teodorico.