Ioannes Sdrech | Martín nace durante el Dominado de Constantino en el pueblo de Sabaria en Panonia, criándose en Ticinum, Italia. De padres paganos, desde temprana edad aspiraba a servir al Dios de los cristianos. Cumplidos diez años y en contra de los deseos de sus progenitores se dirigió a una iglesia e imploró poder convertirse en catecúmeno. Contando doce años anhelaba ser eremita y vivir en el desierto, pero su corta edad se lo impedía.
Su padre era un soldado que había alcanzado el rango de tribuno en el ejército romano y tras el endurecimiento de las leyes de reclutamiento, que advertían que los hijos de veteranos debían enrolarse en las milicias, dejó al joven de quince años en manos del Estado. Martín fue arrestado, puesto en cadenas y obligado a tomar juramento militar.
El joven solado se comportó siempre de manera profesional, manteniéndose alejado de los vicios y costumbres de los hombres de su condición. Mostrando a todo momento bondad, afecto y humildad hacia sus hermanos en armas, logrando enrolarse en la guardia imperial, primero bajo Constantino y más adelante bajo Juliano.
Un día de invierno en el que el frío era más intenso de lo habitual, Martín tuvo ocasión de encontrarse con un desdichado hombre a las puertas de la ciudad de Amiens. El mendigo se encontraba desnudo e imploraba piedad a los transeúntes, quienes le ignoraban. Martín solo contaba con un manto, parte de su vestimenta militar, y no dudó en dividirlo en dos con su espada, brindando una parte para arropar al menesteroso. El joven soldado terminó semidesnudo, mientras algunos testigos reían y otros se arrepentían al no haber actuado con la sensibilidad que ameritaba la situación. A la noche siguiente, mientras dormía, Martín tuvo una visión de Cristo, quien vestía la mitad del manto con el que había sido abrigado el indigente. Escuchando unos instantes después al hijo de Dios afirmar: “Martín, quien aún es un catecúmeno, me protegió con este manto”. Tras este suceso y contando con veinte años de edad, se apresuró a recibir el bautismo, continuando sirviendo al ejército durante dos años más.
Los bárbaros invadían las dos fronteras de las Galias y el Dominus aglutinó a sus huestes en la ciudad de Worms, mientras distribuía el acostumbrado donativo a los soldados. Uno a uno fueron convocados al frente, llegando el turno de Martín, quien manifestó su deseo de abandonar el ejército de los hombres para convertirse en soldado de Dios. La batalla contra el enemigo sería al alba y el gobernante receloso pensaba que el buen hombre anhelaba desertar por cobardía y no por devoción a su creador. Valiente y colmado de fe, Martín, propuso presentarse al día siguiente en la disputa, en primera línea de combate, sabiéndose protegido por la cruz, entonces se ordenó su arresto a fin de asegurarse que cumpliese su promesa. Llamativo fue que al día siguiente el enemigo envió embajadores y tras negociaciones se alcanzó la paz.
Tras abandonar la vida militar el joven se refugió con Hilario, obispo de Poitiers, y habiéndose ganado su confianza éste le ofrece el cargo de diácono, al que Martín se niega reiteradamente pues se consideraba indigno de tal honor. Poco después Hilario le nombra exorcista, cargo que Martín no rechazaría.
Martín decidió visitar a sus padres con la pretensión de salvarles del paganismo, y a su paso por Milán se encontró al diablo en forma humana, quién le preguntó a dónde se dirigía. Martín respondió que a donde fuera que Dios le llamase; el maligno argumentó que al lugar que se dirigiese o cualquier cosa que intentase él permanecería para oponerse. El religioso replicó que el Señor era su salvador y que no temía a daño alguno que pudiese infringírsele. El diablo se desvaneció de inmediato y el viajante siguió su trayecto. Martín logró liberar de la gentilidad a su madre y a otros tantos a través de su ejemplo. Posteriormente enfrentó a los arrianos encabezados por Auxentius, a quienes consideraba traidores de la iglesia. Les enfrentó con vigor pero sin protección alguna, siendo derrotado, azotado en público y obligado a abandonar la región.
Milagros y obispado
El eclesiástico fundó su propio monasterio cercano a Poitiers, su nombre comenzó a hacerse popular e incluso fue considerado un santo en vida a partir de un inesperado milagro del que muchos fueron testigos. Un catecúmeno discípulo de Martín falleció mientras se encontraba de viaje, los restos fueron retornados y el delegado celeste elevó plegarias sin cesar frente al cuerpo inerte hasta que este regresó a la vida. El resucitado recibió el bautismo y vivió por muchos años a partir de entonces.
A pesar de la oposición de algunos, incluidos miembros de la iglesia, Martín se convirtió en obispo de la ciudad de Tours gracias al apoyo popular. Era el año 372 d.C. y un número increíble de personas de la urbe y de localidades aledañas le dieron la bienvenida. Como obispo Martín mantuvo sus formas sencillas así como su humildad, sabiendo llevar las responsabilidades de su nueva dignidad sin abandonar la vida y virtudes de un simple monje. El santo hombre estableció un monasterio a las afueras de Tours, en una montaña de difícil acceso, habitando en una celda de madera, mientras sus hermanos tomaron las cuevas como refugio. Se desenvolvieron en un ambiente de oración y austeridad donde nadie poseía nada propio y lo que había era compartido por todos. Tras un periodo de ayuno comían juntos, estando prohibido el vino. Sus vestimentas eran de pelo de camello, encontrándose restringido el uso de ropajes más suaves.
El obispo confrontó abiertamente al infiel, debiéndosele la destrucción de templos paganos y árboles sagrados. En una ocasión mandó a destruir un templo de cierta aldea, así como un árbol que lindaba con este. Los lugareños permanecieron impasibles tras la demolición del edificio, pero se opusieron con vehemencia a que se talase el árbol. Martín se mantuvo firme en su determinación pues dicha planta perenne estaba dedicada a un demonio. De este modo, en cualquier lugar donde el prelado destruyese templos paganos, ahí mismo y de inmediato, ordenaba edificar monasterios e iglesias nicenas.
Se dice que en la ciudad de Tréveris habitaba una niña afectada por la parálisis, tan grave que se esperaba su deceso en cualquier instante, mientras que se anunciaba que Martín de Tours visitaba la localidad. Al enterarse de esto el padre de la infanta se dirigió a la iglesia en donde se encontraba Martín y, frente a una nutrida multitud que atestiguaba, rogó en proskynesis al eclesiástico por su ayuda. El obispo visitó a la criatura y arrodillado frente a ella elevó oraciones, paso siguiente la examinó e inmediatamente después solicitó aceite, el cual bendijo y untó en la boca de la niña, quien de inmediato recuperó la voz. El mismo procedimiento se fue realizando en todos sus miembros, que recuperaban sus funciones y finalmente, ante un gran número de presentes, la niña se puso en pie.
Cierta ocasión el Procónsul Tetradius imploró al mitrado que ayudase a su sirviente, quien se encontraba poseído por un demonio. En primera instancia Martín se negó a visitar el hogar del funcionario, pues este era pagano. Por lo que el apesadumbrado hombre prometió que si todo mal era expulsado de su siervo entonces se convertiría al cristianismo. Así sucedió, pues el obispo cumplió con éxito su parte del trato y Tetradius abrazó a Jesús, convirtiéndose en catecúmeno y siendo bautizado poco después.
Arborius, Prefecto y Senador, tenía una hija enferma. Cuando la situación se tornó crítica y la fiebre aumentó el hombre colocó en el pecho de la niña una carta que le había hecho llegar Martín. La fiebre disminuyó y la niña sanó, cuestión por la que el noble romano visitó al obispo y le presentó a su hija, como prueba viviente de sus poderes como ser milagroso, pues había curado a la niña sin haber estado presente.
En 383 d.C. el general Máximo fue proclamado Augusto por su ejército en Britania, haciendo de Tréveris su capital. Obispos de varias partes del mundo se reunieron ante el nuevo emperador, quien se encontraba engrandecido tras haber derrotado en la guerra civil a Graciano el Joven. En el banquete se encontraban personajes de suma importancia, como Evodius, Prefecto y Cónsul; además de dos condes que amasaban inmenso poder, el hermano y el tío del monarca. A mitad del banquete, de acuerdo a la tradición, un criado presentó una copa al emperador, pero Máximo ordenó que el recipiente fuese ofrecido al más santo de los obispos, esperando entonces recibirlo de regreso de manos de este. La copa fue entregada a Martín, quien tras beber de esta la entregó a los monjes que le acompañaban, considerando que de entre los presentes no había nadie más que mereciese beber después de él. El soberano y el resto de los comensales admiraron este gesto.
El obispo de Ávila Prisciliano, quien había creado un movimiento considerado como herejía, fue llamado a Tréveris para rendir cuentas a Magno Máximo. Aunque el obispo de Tours se oponía al naciente priscilianismo decidió encarar al emperador, pues consideraba que esa clase de controversias eran potestad de la iglesia y no del Estado. La solicitud de Martín fue ignorada por el todopoderoso mandatario y Prisciliano fue ejecutado, siendo el primer ejemplo de pena capital por heterodoxia.
En 384 Teodosio había legitimado a Máximo como coemperador a cambio de que este detuviera su avance, teniéndose que conformar con el control de Britania, Hispania y las Galias. Pero el ambicioso soberano ya había decidido avanzar a Italia y hacer la guerra a la corte del joven emperador Valentiniano. Martín predijo al propio Máximo que vencería inicialmente, pero que poco más adelante perecería, asunto que se cumplió como lo adelantó el obispo. Magno Máximo invadió Italia en 387, movimiento que provocó que Teodosio respaldase a Velentiniano, asesinando a Máximo en 388 en Aquilea, tras su derrota militar y captura.
Durante el Dominado de Honorio y Arcadio, siendo cónsules Caesarius y Atticus, muere Martín el 8 de noviembre de 397 en Candes, donde se encontraba mediando en disputas del clero de la localidad. Su cuerpo fue recuperado y trasladado a Tours, siendo sepultado el 11 de noviembre tras haber cumplido veintiséis años como obispo.
En España contamos con la Iglesia de San Martín de Tours en la localidad de Frómista en la provincia de Palencia. Se trata de una edificación perteneciente al Románico Pleno, de influencia francesa que sigue el modelo de iglesia del Camino de Santiago. Era parte de un monasterio erigido por doña Mayor, viuda de Sancho III, en el siglo XI. Se trata de una iglesia de planta basilical que cuenta con tres naves separadas por pilares, siendo la central más alta y amplia, además de contar con cabecera con tres ábsides y transepto no sobresaliente en planta. Su bóveda es de cañón y se encuentra reforzada por arcos fajones. En el crucero cuenta con un cimborrio de planta octogonal sobre trompas y vanos, contando con una cúpula semiesférica. Su exterior está adorando con más de trescientos canecillos, que tenían la función de trasmitir mensajes y amonestar a los fieles iletrados de la época. Tengamos en consideración que las iglesias del Románico eran biblias de piedra en donde solíamos encontrar relieves con fines didácticos, ya fuera en los capiteles de las columnas, en los tímpanos de las fachadas, dinteles, arquivoltas, así como en el parteluz y jambas, cumpliéndose siempre la ley del marco. De esta manera la escultura podía adaptarse al espacio previamente establecido, ya fuera encorvándose, alargándose e incluso deformándose, según fuera el caso. Revista101.com