Ioannes Sdrech | Tras la desaparición de Martín, la población de Tours eligió a Bricius como sucesor en la sede episcopal. El nuevo obispo se había educado en el monasterio fundado por el santo hombre en Marmoutier, cuestión que no le impidió ser crítico con su mentor. Siendo joven, Bricius mantuvo recelo hacia Martín, debido a que éste le reprendía constantemente, afirmando que pasaba mucho de su tiempo atendiendo asuntos triviales. El discípulo llegó a argumentar que Martín se había vuelto demente y supersticioso, aunque rectificando y retractándose posteriormente.
Martín compartió a Bricius una de sus visiones, la cual afirmaba que su discípulo le sucedería en el obispado y durante su andadura sufriría malos tratos. Al escuchar estas aseveraciones el diácono soltó una carcajada y de forma atrevida hizo alusión a la locura de su preceptor.
Durante el año treintaitrés de su obispalía, el pueblo de Tours le acusó de adulterio, un lamentable cargo que se sustentaba en el embarazo y alumbramiento de una de sus criadas. La población encolerizada responsabilizó a Bricius, alzando la voz y argumentando que su imagen de hombre santo y piadoso había sido un telón para desarrollar sus depravados hábitos.
Bricius y Martín de Tours
El religioso negó las incriminaciones, pero el gentío agitado le humilló, vociferando que no debía gobernarles más con el falso cargo de ministro de Dios, expulsándole de la ciudad y cumpliéndose la profecía manifestada por Martín. Bricius se dirigió a Roma con el papa, a quien expuso todo lo que había sufrido, a la vez que arrepentido, se lamentaba por su conducta ofensiva hacia el difunto Martín. Transcurridos siete años y con la bendición del Sumo Pontífice marchó de nuevo a Tours. Justiniano y Armentius le habían relevado como obispos, pero ambos habían perecido y Bricius retomó la sede, comportándose con la mayor de las humildades a partir de entonces y feneciendo siete años más tarde. Fue Perpetuus, el quinto obispo de Tours tras la muerte de Martín*, quien supo percatarse de los cuantiosos milagros acontecidos en torno a la tumba del santo, contrastando esto con el modesto templo que cobijaba sus restos. Mismamente, el prelado derribó la edificación y en su lugar elevó una magnífica iglesia que se equiparaba a la grandeza de Martín.
Disputas Merovingias
Tras la muerte del rey Clodoveo, y el reparto del reino entre sus hijos, se suscitaron una serie de discordancias que tensaron el ambiente de la estirpe. Clotario, uno de los herederos, tuvo siete hijos y el menor de ellos se caracterizó por ser el más conflictivo. Chramn se había sublevado viarias ocasiones contra su progenitor, siendo la peor de las traiciones aliarse con su tío Childeberto, hermano de Clotario. Transcurrido un tiempo Childeberto murió y el poderoso Clotario se anexionó el reino del finado, exiliando a la viuda e hijos de este.
Monumento al rey Clodoveo y sus hijos
Chramn y su familia ajusticiados
Desprotegido y sabiendo que no podría librarse de la furia de su padre, Chramn huyó a Britania en compañía de su esposa e hijas, allí fueron acogidos por Chanao, conde de los bretones. Mientras tanto Willichar, suegro y aliado de Chramn, también escapó, refugiándose en la iglesia de San Martín. El perturbado individuo prendió fuego al santo lugar, aludiendo al laxo comportamiento de la población de Tours y las prácticas enigmáticas que se desarrollaban en aquel lugar.
El rey Clotario decretó que la iglesia sería restaurada y que regresaría a su antigua gloria, a la vez que persiguió y logró apresar a su turbulento hijo. Chramn fue estrangulado y puesto junto a su familia en una cabaña a la que se prendió fuego. El rey, posiblemente abatido por el acto cometido contra su hijo y nietas, realizó una peregrinación a la reedificada iglesia de San Martín, llevando muchos presentes. Ante la tumba del venerado confesó todas las malas acciones que realizó por ignorancia. Con llanto rogó al santo su intercesión, implorando el perdón de Dios por sus pecados.
Observamos a Martín y su legado como puente en la transición de una Galia romana a una sociedad subyugada por los invasores francos, encabezados por la élite merovingia que se legitimó pertinentemente, estrechando lazos con el cristianismo niceno y la aristocracia galorromana, obteniendo asimismo el beneplácito del imperio romano de oriente.
Las láminas de la obra de Bernard de Montfaucon, Monuments de la monarchie française, son un estimable vestigio para la contemporaneidad, tratándose de la única prueba de un acervo desaparecido, destruido durante la Revolución francesa. “Monumento al rey Clodoveo y sus hijos”. Revista101.com