Héctor Castro Aranda, texto| MA fotografía | Luego de terminar una gira bastante intensa, con Rammstein, y varias polémicas, Till Lindemann, continua trabajando a manera solista con su equipo de músicos de sesión, que llegaron a Guadalajara para celebrar el año nuevo en el Guanamor Teatro Studio, no completamente lleno.
En unas breves vacaciones de su trabajo diurno como cantante de la superbanda berlinesa Rammstein, esta fecha del septuagenario se balanceó deliciosamente entre una sutil subversión de las normas del rock de estadio y una pura devianza. Mientras su banda de cinco miembros, tres de ellas mujeres, se abría paso a través de una locura tras otra de marchas metaleras industriales con un toque funk, Lindemann mismo deambulaba por el escenario con un uniforme rojo que podría ser usado por un dictador comunista en una noche en un club de bondage. Incluso su rostro estaba pintado de rojo. En algunos momentos parecía un Oompa-Loompa.
Si la determinación inquebrantable de Rammstein de convertir la horrenda sordidez de la historia alemana del siglo XX en espectáculo y arte los califica como una banda de rock importante, la actuación en solitario de Lindemann se centra en lo desinhibido.
Una pantalla de video en la parte trasera del escenario mostraba imágenes, algunas no simuladas, de situaciones abstractas. Mientras el cantante paseaba por la sección de pie durante la segunda mitad de la noche, una audiencia a pocos metros de su cabeza con sombrero observaba con algo parecido a la admiración con el tema «Platz-Eins». Sin una sola sonrisa, parco, pero sus movimientos eran otros los de Lindemann, que es un exquisito frontman, si bien su éxito en solitario no esta tan abrumador, su carrera va medianamente bien. Luego de una hora y media de espectáculo, el recital se acabo 20 minutos antes del año nuevo, posterior el baterista de Till aventó pasteles a la audiencia y Till repartió tragos de vino espumoso a los de primera fila. El acto de Till Lindemann, no es más ni menos que una versión moderna de la antigua historia de sexo y drogas y rock’n’roll, solo que esta vez está dirigida a una audiencia que ya no es tan inocente como lo era en los primeros días de la música fuerte. En otras palabras: el mundo está enfermo, y también lo está Till.