Ioannes Sdrech | Así como Gregorio Magno provenía de una familia de antiguo linaje Patricio, la gens Anicia, y su bisabuelo había sido el papa Félix III; la genealogía de Iván nos dirige al imperio romano, perteneciente a la estirpe de los Paleólogo, nieto de Zoe, quien a su vez fue nieta del basileus Manuel II que gobernaba desde Constantinopla. Mil años antes de los tiempos de Iván, en el 579 d.C., Gregorio había sido enviado como apocrisiario a la capital del mundo, Constantinopla, donde permaneció seis años.
Cerca de dos siglos antes de Gregorio Magno, el teólogo y filósofo Agustín de Hipona habiendo conocido el neoplatonismo de Plotino y Porfirio comenzaba a entrelazar al naciente cristianismo con la filosofía, considerando a la fe necesaria para utilizar adecuadamente a la razón y, a la vez, la primera debía estar apoyada por la segunda.
Platón era lo que Plotino había sistematizado: Lo Uno, el primer principio y el fin último, lo que estaba por encima de todo, lo puro, lo perfecto, de lo que procede lo absoluto: un mundo inteligible, un mundo sensible y lo completamente inferior. La teología cristiana había ido largo tiempo de la mano del platonismo, considerando exclusivamente el Trivium: gramática, dialéctica y retórica.
Tomás de Aquino, perteneciente a la orden fundada por Domingo de Guzmán, introdujo a Europa en el siglo XIII el pensamiento aristotélico, lográndose una profunda renovación de la teología cristiana. El filósofo nacido en Roccasecca comenzó el desarrollo de su teología combinando a Aristóteles con Avicena, pero no solo los comentarios de Avicena sirvieron como fuente de inspiración para la transformación del dogma cristiano. Otros destacados filósofos musulmanes tuvieron que ver en ello: Al-Kindi, quien sirvió a los Califas Abásidas Al-Mamún y Al-Mutasim, también Al-Farabi, el cordobés Averroes y su coterráneo el judío Maimónides, quien huyendo de los almohades se estableció finalmente en Egipto, convirtiéndose con el pasar del tiempo en el médico de la corte de Saladino, primer sultán de la dinastía ayubí quien emprendería la guerra contra los infieles, mientas que Iván, pondría cara a adversarios no menos complicados, los boyardos y los kanatos.
Entonces la teología cristiana conocería la respuesta sobre el auge comercial, cultural, científico y el esplendor del mundo musulmán: las matemáticas. Llegaba de la mano de Aristóteles el Quadrivium: aritmética, geometría, música y astronomía. Lo Uno de Platón era desgajado gracias al aristotelismo.
Iván Vasilyevich jamás habría sido llamado Iván IV por sus coetáneos debido a que solo se empleaba nombre y patronímico. Fue Pedro Alekseyevich, algunos años después, quien con su revolución importó el número regnal. Iván era un hombre brillante y culto, conocía las ideas de Aristóteles e incluso poseía una peculiar obra llamada Secreta Secretorum en la biblioteca del Kremlin de Moscú. La copia del zar era una traducción del hebreo al eslavo, aunque originalmente se redactó en árabe alrededor del 950 d.C. y su fama radicaba en que trataba sobre recomendaciones hechas por Aristóteles a su alumno Alejandro de Macedonia. Revista101.com