Por Marco Galván | La industria musical ha ido cambiando y mutando a través del tiempo. En los años 60, el formato que más se vendía era el vinilo sencillo de 45 revoluciones, lo que cambió con la llegada de los Rolling Stones y la «beatlemanía», que popularizaron los álbumes completos. Para monetizar e incrementar las ventas, las disqueras comenzaron a utilizar herramientas de marketing, obligando a los artistas a promocionar sus álbumes mediante amplias giras de conciertos, así como a realizar firmas de discos en las disqueras de las ciudades que visitaban y a visitar las estaciones de radio y DJs locales. A la par, la piratería surgió con los «bootlegs»: conciertos grabados por fans (algunos de pésima calidad auditiva y otros con la calidad magistral de haber sido grabados desde la consola, a menudo tras un soborno al técnico de audio del evento).
No se permitía la entrada de cámaras y grabadoras a los conciertos, y en el caso de que algún osado lograra hacerlo, era un hecho que el aparato sería confiscado o destruido por la seguridad del recinto. La llegada del CD vino a reemplazar al LP a finales de los ochenta y principios de los noventa, casi enterrando el vinilo durante una década y media, pero todo cambió con la transformación de Internet, las descargas de Napster y otros servidores ilegales, el streaming y el arribo de teléfonos inteligentes, que alteraron las viejas maneras.
Hoy en día, los aferrados y nostálgicos, junto a los coleccionistas, siguen amando el formato físico. Las disqueras han perdido poder, viéndose obligadas a reducir su personal, incluido el famoso A&R (Artista y Repertorio), que se encargaba de descubrir nuevos talentos y firmarlos con las disqueras asistiendo a conciertos. Si llegara a existir tal posición en esta época, seguramente sería alguien tras una laptop buscando TikToks y videos de YouTube de nuevos talentos, mientras que, por otro lado, se centran en vender ediciones especiales y de aniversario.
Algo nuevo surgió junto a la industria musical: las biografías de personajes y héroes musicales que enriquecen el amor por la música con historias personales, y en especial con los secretos, calvarios y la magia que cada una de sus creaciones musicales llevó consigo para dar a luz a sus álbumes.
Hablando de libros y metal, una recomendación rica e interesante es la biografía del Dios del Metal (Metal God), un símbolo sexual de los ochentas, de machismo y poder, que impuso la moda del cuero y los estoperoles en la comunidad del metal. Es uno de los rangos vocales más altos y únicos del género y cargó durante dos décadas la carga de ser homosexual reprimido por el miedo a afectar la imagen de masculinidad del titánico “Judas Priest”.
Su autobiografía, titulada “Confess”, del año 2020, es un libro obligado para cualquier rockero y metalero, lleno de detalles sobre la banda y sus aventuras, pero con la advertencia explícita de que el lector tendrá que sobrellevar momentos incómodos sobre cómo aflora la sexualidad en su niñez y la progresión de aventuras del Metal God.
Fuera de a quién se ligaba y su vida sexual, es un libro muy interesante y honesto, comenzando desde cómo no podía salir del clóset estando en una banda de machos cabríos, por miedo a que eso dañara la reputación de Judas Priest. Así es que cuenta toda su frustración y enojo en los años 80.
El libro está escrito con buena prosa y un enfoque sarcástico y divertido sobre su historia. A sus 69 años, Robert John Arthur Halford (sin llegar a la conclusión de que todos los que se llaman Roberto, Juan y Arturo posiblemente tienen tendencias homosexuales).
Aquí lo más importante, lo que lo hace imperdible, son las miles de peculiaridades sobre la historia de la banda y su entorno a través del tiempo. Por ejemplo, a manera de incentivar la lectura, aquí hay una probada de los detalles que contiene:
• El disco “Hell Bent for Leather” originalmente se llamaría “Killing Machine”, pero en América no lo permitieron debido a una serie de tiroteos que ocurrieron el año de su lanzamiento. Clásica censura de los 80. • Rob intentó en una fiesta (cuando Iron Maiden comenzaba) ligarse a Paul Di’Anno. • Antes de Judas, Halford trabajó en una sex shop; curiosamente, años después hizo una escena para la película «Spun», del año 2002, en la misma tienda donde trabajó de joven. • Ian Hill, el bajista de Judas, está casado con la hermana de Halford; es decir, Ian es su cuñado. • Cuando Halford formó Fight, era un proyecto en paralelo a Judas Priest en su carrera en solitario, pero resultó que la prensa comenzó el rumor de que había salido de Judas Priest, y cuando menos lo pensó, ya habían contratado a Ripper Owens; aclarando que nunca salió ni quiso estar fuera de la banda. • Rob salió del clóset frente al ojo público en una entrevista en 1998.
Esta autobiografía es uno de los documentos más interesantes para leer con una sonrisa, generando gran interés en el lector al sumergirse en una de las historias más prolíficas e interesantes del hard rock, el metal y en una infinidad de caminos cruzados con músicos, productores y contemporáneos de todos los tiempos.