Miguel Rodríguez, texto y fotografía | La euforia de estar en el vibrante corazón de un concierto de The Drums es tan estimulante como una inyección de adrenalina pura. El 19 de septiembre en el C4 Concert Houser, cuando las luces se apagaron a las 9 con 40 de la noche, se podía sentir la anticipación en el aire, una alegría palpable que solo la música de esta banda de Nueva York puede provocar. Sus melodías de surf-rock soleadas, que se repiten en tu cabeza, se mezclan con letras sombrías, creando paisajes emocionales complejos, ante los poco más de 1200 reunidos.
The Drums no necesitan presentación. Desde su formación en 2008, estos rockeros indie pop han evolucionado constantemente. Desde su pegajoso éxito «Let’s Go Surfing» hasta la introspectiva «Days», la banda ha demostrado una y otra vez su maestría musical y artística. La voz expresiva del vocalista Jonny Pierce, combinada con sus letras profundamente personales, ha ayudado a The Drums a abrirse un nicho importante dentro del panorama de la música indie.
La ciudad de Guadalajara, siente un profundo cariño por The Drums. Su concierto con gran entrada, fue una prueba de este amor. La banda interpretó un set exquisito con sus mayores éxitos. El público cantó al unísono temas familiares como “What You Were”, “Book of Revelation” y lanzamientos más recientes como “Better”. El set principal terminó con la favorita del público, “Money”, enviando oleadas de satisfacción frenética entre la audiencia.
Hay algo surrealista en los conciertos de The Drums, una experiencia casi extracorporal. Su música, una mezcla de melodías alegres con tonos oscuros, explora las profundidades de las emociones humanas, tocando temas de amor, pérdida y añoranza. Las canciones a menudo llevan un tono melancólico, pero la yuxtaposición de sus melodías alegres y soleadas deja una huella duradera, haciéndote tararear sus canciones días después del concierto. Esta habilidad para crear un vínculo con su audiencia, para evocar alegría en medio de la melancolía, es lo que distingue a The Drums.
A medida que las últimas notas se desvanecían y el público comenzaba a retirarse, me encontré con una sonrisa en el rostro y el corazón más ligero. A pesar de sus temas oscuros y melancólicos, hay una cierta ligereza que persiste en la música de The Drums, una chispa que permanece incluso después de que el concierto ha terminado. Y es esta chispa, esta sensación persistente de alegría y conexión, lo que me llevo conmigo tras cada actuación. El concierto fue una celebración triunfal del atractivo perdurable de The Drums, una noche inolvidable llena de alegría, melancolía y el irresistible entusiasmo que su música genera.