
Ioannes Sdrech | -¿Cómo hemos llegado a esto? -Es lo que pudo pensar Espartaco al enterarse que el general romano Marco Terencio Varrón Lúculo bloqueaba su llegada a Brindisi, mientras a sus espaldas le perseguía de cerca el impaciente Marco Licinio Craso y sus ejércitos. Matar o morir, aquella pequeña insurrección de gladiadores había evolucionado en una gran guerra, cuyo ocaso había llegado.
Espartaco de origen tracio* posiblemente, luchó con las tropas auxiliares del ejército romano, las cuales podría haber abandonado. Al ser capturado y tratándose de un desertor fue vendido como esclavo y terminó como gladiador en un ludus** en Capua. Los gladiadores mayoritariamente eran tracios, germanos y galos, y estos vivían en encierro permanente hasta que llegaba su momento de entrar en combate. Las fuentes no son unánimes en cuanto al número preciso, pero alrededor de setenta gladiadores arriesgaron sus vidas para escapar, armándose con pinchos y cuchillos que tomaron de una cocina sometieron a los guardias y huyeron. En plena fuga se toparon con unas carretas que transportaban armas para gladiadores, el destino les sonreía y desde luego que se hicieron con ellas. Cuando tuvieron oportunidad de refugiarse se organizaron y designaron a tres líderes: Enomao, Crixo y Espartaco, “un tracio de gran espíritu y fortaleza física, pero a la vez inteligente y culto, más parecido a un griego que a un tracio”.***
Mientras los gladiadores liberaban a un enorme número de esclavos durante su trayecto, permitían a la vez se les unieran gran cantidad de hombres libres que se dedicaban a trabajar el campo. Todos juntos se dispusieron al saqueo y robo de las áreas aledañas y cuando tuvieron la ocasión de enfrentar y derrotar a unas patrullas que les siguieron desde Capua, se apoderaron de su armamento y se deshicieron de todo su equipamiento de gladiadores, el cual consideraban indigno.
De manera sorpresiva aquel grupo de rebeldes se convirtió en un ejército de miles y para entonces dos milicias fueron enviadas con la intención de neutralizarlos. Hacia el año 73 a.C. llegó el pretor Cayo Claudio Glabro**** quien contaba con tres mil hombres y sitió la única entrada a una colina por la cual los fugitivos habían ascendido. Sin duda Glabro solo tenía que sentarse a esperar, pues el resto del paisaje eran acantilados escarpados. Espartaco y sus hombres tenían ingenio de sobra, se encontraban en la cumbre del montículo y sonreían al observar un sinfín de viñas. El ejército de forajidos se puso a trabajar sin descanso, cortaron todas las ramas que les hicieron falta y manufacturaron unas escaleras lo suficientemente largas y resistentes para poder descender a las llanuras inferiores. Así lo hicieron y solo un individuo permaneció en la cima, comenzando a arrojar todo el armamento para después bajar y unirse a sus compañeros. El pretor Glabro con sus manos en la cintura daba pequeños pasos a la vez que meditaba. La desesperación iniciaba a apoderarse de él y mientras se perdía en sus pensamientos una mancha de sangre coloreó su rostro. Instantes después intentó reaccionar y al girar sobre sus espaldas observo en cámara lenta como sus hombres eran masacrados sin piedad. Parece ser que un hombre de las cualidades de Glabro jamás reaccionó y el campamento romano fue tomado por el tracio y sus hombres. Esta batalla fue sonada y celebrada por la zona, muchos más trabajadores del campo se acercaron a las milicias rebeldes y se unieron a sus filas, la mayoría contaban con extraordinarias condiciones físicas y fueron empleados como exploradores, como hombres de infantería regular y como miembros de infantería ligera. No está de más establecer que los insurrectos se hicieron con todo el armamento de los enemigos caídos y que Espartaco había sido un militar bajo las órdenes de los romanos, por lo tanto este nuevo ejército se tornaba en un inminente peligro y la República no se percataba de ello.
Con menor grado de confianza arribó a la región de conflicto un segundo pretor con sus tropas, su nombre era Publio Varinio***** y también fracasó. La expedición fue un desastre y el campamento romano fue conquistado de igual manera que el anterior. Dos milicias lideradas por pretores habían sido aniquiladas y a esas alturas al senado no solo le perturbaba la vergüenza y la desgracia, sino que por fin consideraban la revuelta como una verdadera amenaza. La falla se había sustentado en que la República no había tomado el asunto con suficiente seriedad, durante mucho tiempo lo clasificó de simple revuelta en lugar de “incidente de guerra”. No enviaron legiones, sino que echaron mano de pequeñas milicias y el resultado estaba ahí. Al fin Roma tomaba medidas pertinentes y ponía sus esperanzas en los cónsules del año 72 a.C., Lucio Gelio Publícola y Cneo Cornelio Léntulo.
Los subversivos conformaban un ejército enorme, al parecer sobrepasaban los setenta mil y ante tal circunstancia el control era difícil de ejercer. El gladiador Crixo con tres mil de sus hombres decidió separarse de Espartaco y tomar un rumbo diferente, después de perder contacto con el resto se encontró de frente con el cónsul Gelio Publícola. Aquello habrá sido lo más parecido a un cortacésped arrasando violentamente la hierba; los rebeldes, Crixo incluido, fueron eliminados en su totalidad por los legionarios. En otro panorama el Cónsul Cornelio Léntulo rodeó al ejército liderado por Espartaco, forzando la confrontación. Los legados de Léntulo fueron derrotados y todo su equipamiento fue capturado. El gladiador tracio también se midió a Publícola e igualmente le venció. Aquellos a quienes en sus inicios se les menospreció como simples revoltosos marcharon hacia los Alpes y una nueva prueba les hizo frente, se trataba del gobernador de la Galia Cisalpina, Cayo Casio Longino, con un ejército de diez mil hombres a sus espaldas. Para entonces las milicias de Espartaco vestían y funcionaban de manera similar a las romanas, poseían el mismo equipamiento y armamento, además tras formidables victorias habían adquirido confianza y veteranía, esto combinado con la disciplina y liderazgo de su gran caudillo les convirtió en un rival invencible. El ejército de Casio Longino fue despachado rápidamente y este apenas alcanzó a salvar la vida. Los cónsules regresaron deshonrados a Roma y se incorporaron a la vida civil. Ese mismo año 72 a.C. sucedía lo impensable, el gran ejército de sublevados se había convertido en una fuerza indomable, había derrotado dos milicias comandadas por pretores, a los dos cónsules de la República de Roma con sus respectivas legiones y al gobernador de la Galia Cisalpina. El senado enardecido ante la situación designó como “supremo comandante de la guerra” a Marco Licinio Craso, uno de los hombres más importantes y el más rico de Roma. Espartaco y Craso, dos colosos estaban a punto de chocar.
Continuará…
OBSERVACIÓN: La configuración de la sección “Notas” de facebook no permite utilizar el superíndice para realizar referencias, así que emplearé asteriscos.
1 Tracio. adj. y s. De Tracia. Tracia, región de Europa oriental dividida entre Grecia, Turquía y Bulgaria.
2 Ludus. Palabra en latín cuyo significado, dentro de este contexto, es el de un establecimiento que se empleaba para confinar y entrenar gladiadores.
3 PLUTARCO, Fall of the Roman Republic, Crassus, 8.
4 PLUTARCO, Fall of the Roman Republic, Crassus, 9, establece que era Claudio Glabro, mientras tanto APIANO, The civil wars, I.116 lo denomina como Varino Glabro.
5 PLUTARCO, Fall of the Roman Republic, Crassus, 9, establece que era Publio Varinio, mientras tanto APIANO, The civil wars, I.116 lo denomina como Publio Valerio.
Fuentes:
PLUTARCO. Fall of the Roman Republic. Penguin Classics
APIANO. The civil wars. Penguin Classics
POLIBIO. The rise of the roman empire. Penguin Classics
SAMPSON, Garreth C. The defeat of Rome. Pen and sword
FRATANTUONO, Lee. Lucullus. Pen and sword
Pequeño Larousse por Ramón GARCÍA-PELAYO Y GROSS Volumen 2 (París, 1972)
Pequeño Larousse por Ramón GARCÍA-PELAYO Y GROSS Volumen 3 (París, 1972)