
Miguel Rodríguez | Caravan Palace fusiona sonidos modernos con el swing clásico de hace un siglo. Es como si alguien hubiera escuchado uno de los estilos musicales más pegajosos, vibrantes y divertidos y pensara: «¿Cómo podemos hacer que esto suene aún mejor? Pero de verdad, realmente mejor». Y lo lograron. Con siete integrantes sobre el escenario, el conjunto francés hizo su debut en Guadalajara el 15 de marzo en el Teatro Estudio Cavaret ante poco más de 1800 personas.Todos tocando más de un instrumento, incluida la cantante Zoé Colotis, el talento de la banda es absurdo. Además, su puesta en escena es tan bien ensayada que parece completamente natural y relajada, lo que demuestra la experiencia que tienen.
El concierto fue prácticamente ininterrumpido, con solo un breve receso entre el set principal. La energía de la banda era impresionante y se transmitía directamente al público. La mayoría de la asistencia saltando al unísono en un concierto en este recinto. Pocos artistas logran mantenerte fijado en cada uno de sus movimientos. Si no son los cambios de vestuario, las luces de cabaret o los instrumentales de jazz, es la diversión en su totalidad lo que te atrapa y te hipnotiza. Pero, claro, nadie es como Caravan Palace. Nadie es Caravan Palace.

Su reinado de 20 años en la música híbrida-house los ha hecho tan queridos en el mainstream como en el circuito electrónico underground. No es sorpresa que su estilo, que fusiona géneros, los haya llevado a recorrer el mundo, con apariciones en festivales de renombre como Glastonbury, Coachella y Boomtown.Para conmemorar su reciente álbum Gangbusters Melody Club, el enérgico trío trajo un pedazo de Francia la ciudad. El show arrancó con «Clash», mientras la banda saltaba al escenario con enormes sonrisas, recibiendo una ovación atronadora. Una euforia mutua entre el público y los artistas cargó la atmósfera de energía. Luego vinieron grandes éxitos como «Dragons» y «Wonderland», y un recinto que ha recibido a leyendas como David Bowie, Bob Dylan y Elton John cobró nueva vida con el poder del electro-swing.
A medida que avanzaba la noche, más personas se entregaban al mundo vibrante que se desplegaba ante sus ojos, sumergiéndose en lo indescriptible. Decir que todo el recinto se movió sin parar es quedarse corto. Era como si se hubiera abierto un portal a otro mundo y todos nos lanzamos de cabeza. Nos transportamos a un espacio donde pasado, presente y futuro no existían. Todo estaba en pausa, y lo único que importaba era el ahora.
Era imposible no maravillarse con cada instante del espectáculo. No era un concierto cualquiera. Interludios de jazz, movimientos robóticos, congelaciones sincronizadas, coreografías y una iluminación mágica. Todo demostraba que esto era algo fuera de este mundo. El público adoptó gestos y movimientos característicos de la banda, reafirmando la poderosa conexión de esta comunidad. Caravan Palace es una banda que hay que ver para creer. Nosotros los vimos… y todavía no podemos creerlo.