
Cada 21 de marzo, el estado de Yucatán se convierte en el epicentro de un evento celestial impresionante: el equinoccio de primavera. Durante este día, la posición del sol crea un juego de luces y sombras en sitios arqueológicos clave, evidenciando la asombrosa precisión con la que los mayas comprendieron los movimientos astronómicos. Si estás buscando una experiencia inolvidable, dos lugares emblemáticos en la región te permitirán ser testigo de este maravilloso fenómeno: Dzibilchaltún y Chichén Itzá.
Ubicado a escasos kilómetros de la ciudad de Mérida, Dzibilchaltún alberga una de las manifestaciones astronómicas más impactantes. En el centro de este sitio arqueológico se encuentra el Templo de las Siete Muñecas, un edificio diseñado con gran precisión para alinearse con el sol naciente en los equinoccios.
Al amanecer del 21 de marzo, el sol se eleva perfectamente por el umbral de la estructura, iluminando su interior de manera simétrica. Este evento no solo cautiva a los asistentes, sino que también refuerza el profundo conocimiento astronómico de la civilización maya. Para ellos, el equinoccio simbolizaba la renovación, la fertilidad y el equilibrio entre el día y la noche, conceptos fundamentales en su cosmovisión. El nombre «Templo de las Siete Muñecas» proviene de pequeñas figuras encontradas durante excavaciones en el sitio. Sin embargo, su función exacta aún es un misterio, lo que añade un aire de enigma a esta estructura.
A unas dos horas de Dzibilchaltún, el legendario sitio de Chichén Itzá se convierte en el escenario de otro espectáculo impresionante. El Templo de Kukulkán, una de las estructuras más emblemáticas de la cultura maya y una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno, es el protagonista de un fenómeno visual que año con año atrae a miles de visitantes.
Durante el equinoccio, los rayos solares generan un efecto de luces y sombras en la escalinata norte del templo, proyectando la imagen de una serpiente que parece descender hasta la base de la pirámide. Este fenómeno representa la llegada del dios Kukulkán a la Tierra y está estrechamente vinculado con la agricultura y los ciclos de la naturaleza. La ubicación y diseño del Templo de Kukulkán no fueron casualidad. Su arquitectura fue meticulosamente planificada para alinear este efecto visual con los equinoccios de primavera y otoño (21 de marzo y 21 de septiembre), demostrando el conocimiento avanzado que los mayas poseían sobre los astros.
Asistir a los equinoccios en Dzibilchaltún y Chichén Itzá no solo te permitirá ser testigo de estos asombrosos eventos astronómicos, sino también te conectará con la sabiduría ancestral de los mayas. Es una ocasión única para reflexionar sobre el equilibrio del universo, la importancia de la naturaleza y la herencia cultural de una de las civilizaciones más avanzadas del mundo antiguo. Si buscas una experiencia que combine historia, ciencia y espiritualidad, Yucatán es el destino perfecto para vivir el equinoccio de primavera en su máxima expresión.