
Héctor Castro Aranda, texto y fotografía| El legado de Vicente Fernández sigue latiendo en el corazón de su público y de su familia. La noche del 29 de marzo, Alejandro Fernández, su hijo y heredero musical, brindó un homenaje inolvidable al «Charro de Huentitán» en la emblemática Plaza de Toros Nuevo Progreso, donde más de 12 mil personas se congregaron para celebrar su música y su recuerdo.
Bajo el título De Rey a Rey, el evento se convirtió en una fiesta de emociones, tradición y orgullo mexicano. Desde el inicio, el ambiente estaba cargado de nostalgia y respeto, con un escenario 360° que permitió que todos los asistentes se sintieran parte de la velada. Un gran cartel con la frase «De Rey a Rey» presidía el escenario, dejando claro que la noche estaba dedicada a la memoria de Vicente Fernández.
El concierto arrancó retrasado a las 10 de la noche por el partido de las Chivas, que se disputaba enfrente en el Estadio Jalisco. Con una poderosa interpretación de «Hermoso Cariño», una de las canciones más icónicas de Vicente.El público, visiblemente emocionado, respondió con una ovación estruendosa, acompañada de sombreros en alto y vítores de admiración. La conexión entre Alejandro y su público era innegable, un lazo tejido con cada acorde y cada letra que evocaba el recuerdo de su padre.
Alejandro Fernández dejó que la música hablara por sí sola. Durante más de dos horas, interpretó una selección de los grandes éxitos de su padre, entre ellos «Mi ranchito», «Estos celos» y «Por tu maldito amor». La atmósfera estaba impregnada de tradición, con el público entonando cada canción a todo pulmón, mientras se ondeaban banderas mexicanas y se alzaban brindis en honor al Rey de la Música Ranchera.
El concierto se convirtió en una auténtica fiesta. «Un millón de primaveras», desató el baile entre los asistentes, quienes aprovecharon cada espacio disponible para moverse al ritmo de la música. Desde los pasillos hasta las cantinas dentro del recinto, el espíritu festivo era contagioso.Pese a los intentos de Alejandro por extender la velada, la noche llegó a su fin con un cierre inmejorable. A pesar de los gritos de «¡Otra, otra!», el concierto terminó recordando una de las frases más famosas de Vicente: «Nos vamos hasta que dejen de aplaudir». Y aunque el espectáculo terminó, los aplausos parecían no tener fin, demostrando que el legado del Charro de Huentitán seguirá vivo en el corazón de su público por siempre.