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Héctor Castro Aranda, enviado especial Pasadena, California | En la actualidad son pocas las agrupaciones que siguen vigentes después de varias décadas, que continúan vendiendo sus discos como si se hubieran lanzado hoy y que siguen cosechando seguidores generación tras generación. ¿Quiénes son esas pocas agrupaciones que pueden llenar estadios, luego de un gran recorrido, y seguir ofreciendo espectáculos gigantes? The Rolling Stones, U2, Paul McCartney, Iron Maiden, Depeche Mode, Guns N’ Roses, Billy Joel, Metallica, The Cure… por ahí puede haber otros, pero no tienen una trayectoria tan longeva; estamos hablando de carreras de más de 40 años.
AC/DC parecía ser un conjunto que desaparecería y del que no sabríamos más. En 2015, anunciaron su gira mundial Rock or Bust, con nuevo disco, sucesor de Black Ice de 2008, nombre que también llevó la gira, siendo su tour más ambicioso y grande en la historia de los australianos. Rock or Bust planteaba algo similar, pero los planes se esfumaron debido a problemas de audición de su vocalista, Brian Johnson, quien fue la voz desde 1980 con el Back in Black. Brian cumplió unas cuantas fechas, y las siguientes fueron trabajadas por Axl Rose, hasta que se dio por terminada.
En 2020, los australianos se reunieron nuevamente para lanzar su más reciente producción, Power Up. La pandemia se encargó de arruinar los planes de todos, y una gira se veía lejana o imposible. Lo increíble sucedió en 2023, con el enorme festival Power Trip, celebrado en Indio, California, donde compartieron escenario con Guns N’ Roses, Judas Priest, Metallica, Iron Maiden y Tool. La pregunta surgió de nueva cuenta: ¿AC/DC tendrá gira? Algunos meses más tarde se confirmó su gira mundial Power Up en Europa, todas en estadios donde las entradas se agotaron en minutos.
¿La formación? Angus Young, Brian Johnson, Stevie Young, Chris Chaney en el bajo y Matt Laug en la batería. Luego del enorme éxito de su gira por Europa en 2024, anunciaron su gira por Estados Unidos, en ciudades muy específicas y en grandes estadios, donde repitieron la dosis de agotar entradas en minutos, en su primera gira en nueve años, dejando a México fuera de sus planes.
Revista101.com estuvo presente el 18 de abril en el histórico Rose Bowl de Pasadena, California, a una distancia de 30 minutos de Los Ángeles. El suceso fue histórico: la única fecha para todo el estado de California. Una sola fecha, y gente de todos los alrededores se hizo presente. Con 90 mil boletos vendidos, la angustia por llegar temprano era palpable, en un fin de semana complicado por las vacaciones de Semana Santa, el festival de Coachella, WrestleMania y mucho movimiento en la región. Pasadena no es una ciudad enorme que pueda manejar tanto flujo de personas al mismo tiempo: todo colapsó, grandes filas de autos, estacionamientos saturados, largas filas para ingresar al estadio y los accesos hacia los asientos convertidos en cuellos de botella, como si se tratara de una banda de K-Pop. AC/DC manejaba a las masas de manera sorprendente, y todas las generaciones estaban presentes, desde niños pequeños hasta octogenarios.
Dentro del estadio, los clásicos cuernitos de luces se encendían y apagaban; no había espacio para nadie. Incluso, el cálculo de asistencia estuvo mal y hubo sobrecupo: algunas personas no lograron encontrar sus asientos y ocuparon los pasillos y escaleras. A las 9 de la noche, se apagaron las luces, y un intro animado, como lo hacen desde 2001, encendió la emoción. Brian y Angus, nuevamente en el escenario.
«Vamos a tocar rock and roll y a darnos una fiesta», dijo el cantante Brian Johnson al final de «If You Want Blood (You’ve Got It)». «¿Nos acompañan?». No fue necesario que los fans lo pensaran dos veces, especialmente porque, en un momento dado, parecía improbable que este evento llegara a concretarse. Hace casi exactamente 10 años, en este mismo mes, AC/DC inició su última gira mundial como cabeza de cartel en el Festival de Música y Artes del Valle de Coachella, una coincidencia bastante curiosa.
Así que sí, fue una fiesta de principio a fin. Los fans acudieron con camisetas, gorras y jerseys de los Dodgers personalizados con el nombre de Angus Young en la espalda y el logo de AC/DC al frente. Miles llevaban cuernos de diablo de plástico rojo, también con el logo de la banda, que brillaron y destellaron toda la noche mientras la multitud cantaba al unísono, levantando los puños al ritmo, celebrando el regreso de estos monstruos sagrados del rock and roll.
«Back in Black», la primera de las cinco canciones del álbum homónimo de 1980, siguió al tema inicial; sus contundentes riffs fueron recibidos con una gran exclamación del público, con el volumen tan alto que mi reloj inteligente sintió la obligación de advertirme. A sus 71 años, Angus Young se movía con una energía impresionante, sus rodillas eran la envidia de cualquier treintañero. El sonido fue una brutalidad. Utilizaron un sistema de audio X-Array de Electro-Voice, conocido por su capacidad para reproducir su sonido distintivo y poderoso. Además de la potencia, los conciertos de AC/DC son famosos por ser extremadamente ruidosos, alcanzando niveles de sonido que pueden llegar a los 130 dB. Y así fue: las playeras vibraban por los decibelios.
Young llegó al escenario vestido, como siempre, con su característico uniforme escolar: chaqueta carmesí, pantalones cortos y gorra, camisa blanca y corbata, además de una de sus icónicas guitarras Gibson SG negras colgada del hombro. Johnson, en comparación, parecía recién salido de un pub a fumar, luciendo gorra, camiseta, vaqueros y zapatillas deportivas. Ambos deambulaban por el escenario: Young, en especial, hacía su ya clásico paso del pato de Chuck Berry, ya fuera sobre el escenario o bajando por la rampa hacia el público en el campo.
El resto de la banda , el guitarrista rítmico Stevie Young, quien reemplazó a su difunto tío Malcolm Young, cofundador de la banda junto a Angus; el bajista Chris Chaney; y el baterista Matt Laug, se mantuvo en formación compacta junto a la batería. Chaney y Stevie Young se adelantaban unos centímetros para apoyar en los coros cuando era necesario y volvían a su lugar después.
Entre lo más destacado de la primera mitad del concierto estuvieron los riffs crujientes de «Demon Fire», una de las dos canciones extraídas de Power Up, que da nombre al Power Up Tour, los ritmos de «Shot Down in Flames» y el rugido épico de «Thunderstruck». La simplicidad en muchas canciones de AC/DC es, sin duda, una de sus mayores virtudes: temas como «Have a Drink on Me», «Stiff Upper Lip» y «Shoot to Thrill» son directos, potentes y con letras que no se andan con rodeos. Parte de la diversión en sus conciertos es precisamente cantar a coro esos himnos, acompañados de riffs y ritmos que atrapan de manera instantánea.
En cuanto al espectáculo, AC/DC sigue apostando por ofrecer una experiencia impactante. Power Up mantiene en el centro del escenario la gran estructura de varios niveles de amplificadores Marshall, algo que vienen haciendo desde el Ballbreaker Tour de 1996. Más de 250 luces instaladas a lo largo del escenario añadían dramatismo a la presentación, aunque esta vez se percibió una producción algo más modesta comparada con giras anteriores: no hubo los famosos cuernitos gigantes sobre el escenario y las pantallas, aunque buenas, no eran tan monumentales como las que otras bandas utilizan hoy día, aprovechando los avances tecnológicos. La estructura general del escenario era funcional, pero tratándose de AC/DC y posiblemente su última gira, hubiera sido grandioso ver algo aún más monumental. Aun así, lo más importante, la música estuvo intacta: explosiva, potente e inolvidable.
«Highway to Hell», uno de los temas más emblemáticos de la banda, desató una de las mayores ovaciones de la noche, a mitad del concierto, junto con «Dirty Deeds Done Dirt Cheap», interpretada unas canciones más tarde. Aunque a menudo se etiqueta a AC/DC como heavy metal, por su potencia sonora, en esencia son una banda de hard rock y blues rock. Temas como «High Voltage», con sus riffs puramente bluseros, conectan directamente con los orígenes del rock and roll, aunque llevados a un volumen que los pioneros del género ni siquiera podrían haber soñado.
«You Shook Me All Night Long», otro de sus clásicos, dio paso a los ritmos acelerados de «Whole Lotta Rosie» mientras el concierto se acercaba a su clímax. «Let There Be Rock» cerró el set principal con una magistral interpretación de Young. Tras la primera estrofa, estribillo y segunda estrofa, Johnson desapareció del escenario, dejando a Young como el protagonista absoluto durante unos quince minutos. Caminando, saltando y recorriendo la rampa hasta el público, Angus entregó un solo espectacular, culminando con su ya tradicional acrobacia: tirado de espaldas en el escenario, girando con las piernas en el aire mientras seguía tocando la guitarra, justo antes de que enormes nubes de confeti estallaran sobre los asistentes.
Finalmente, Johnson regresó, habiendo estado fuera el tiempo suficiente para en tono de broma, fumarse un cigarrillo, beber una cerveza y tal vez fumarse otro. Con esto, el concierto principal llegó a su fin. El encore comenzó con «T.N.T.», uno de esos temas diseñados para corear a todo pulmón, seguido de «For Those About To Rock (We Salute You)», que retumbó en todo el Rose Bowl con cañonazos, riffs explosivos, acordes demoledores, voces desgarradoras, fuegos artificiales iluminando el cielo, zumbidos en los oídos y amplias sonrisas de satisfacción entre los 90,000 asistentes.
