
Héctor Castro Aranda | El siete de junio, el C3 Stage, se transformó en un refugio emocional donde la nostalgia, el romanticismo y la pasión por la música se entrelazaron en una velada memorable. Los hermanos Quijano, Manuel, Óscar y Raúl, aterrizaron en Guadalajara con su gira Miami 1990 Tour, una propuesta escénica que recorre los grandes éxitos de su carrera, alimentada por el bolero y la elegancia de la narrativa musical que ha definido a Café Quijano desde sus inicios.
Con una puntualidad apenas alterada por los habituales minutos de cortesía, la noche se abrió para revelar al trío leonés, recibidos por el cálido aplauso de un público que rozó las trescientas almas. En los primeros compases del espectáculo reinó una calma casi ceremonial. El repertorio inicial, compuesto por canciones como «No, no soy yo», «Me dejaste solo» o «Qué será de mí», dibujó un paisaje sonoro contenido, íntimo, casi confesional.
No fue una decisión casual. Café Quijano apostó por el bolero como hilo conductor, reivindicando el género como su “canal de escape”, su forma de exorcizar el desamor, el anhelo y la alegría con igual intensidad. “El bolero nos ha salvado muchas veces la vida”, confesó Manuel Quijano ante un público que, por momentos, más que asistir a un concierto, parecía partícipe de una conversación emocional en clave mayor.
Canciones como «Las llaves de Raquel», sirvieron como punto de inflexión. Fue entonces cuando la atmósfera se encendió del todo y el recinto se convirtió en un coro colectivo. Parejas abrazadas, ojos brillando entre versos, miradas cómplices que se buscaban mientras sonaban «Me enamoras con todo o No tienes corazón». Uno de los momentos más celebrados llegó cuando los hermanos respondieron, con la naturalidad de quienes llevan años enfrentando la misma pregunta, si sus letras son autobiográficas. “No somos los protagonistas de las canciones que cantamos. Lo que sí somos, es unos románticos empedernidos”, aseguró el vocalista, provocando sonrisas y asentimientos entre los asistentes. Como era de esperarse, el momento cumbre llegó con «La Lola». Aunque parecía el cierre perfecto, aún quedaban cuatro temas más, que funcionaron como una especie de epílogo enérgico: «Miami 1990», «Desde Brasil», «Na de na» y «La taberna del Buda».