
Héctor Castro Aranda | ¿Qué significa preservar una cultura generación tras generación, si no es mantener viva su esencia con una entrega inquebrantable?. Esa fue la pregunta que Marty Friedman pareció responder con cada riff electrizante y cada nota cargada de emoción durante su debut en Guadalajara el 20 de junio en el Foro Independencia. En una noche donde el virtuosismo se fusionó con la tradición, Friedman ofreció su primer concierto en su gira por México, como parte de la gira Live Drama, una celebración de su trayectoria, sus influencias y su más reciente material discográfico: Drama.
A sus 62 años, el ex guitarrista de Megadeth de 1990 al año 2000, demostró que la edad no es un límite cuando se tiene pasión, talento y una profunda conexión con la música. Desde el momento en que pisó el escenario, golpeando su pecho con el puño cerrado y asintiendo con gratitud hacia una audiencia entregada, quedó claro que esta no sería una noche ordinaria. Rodeado por una banda de músicos japoneses de altísimo nivel, incluido una bajista de cinco cuerdas, un guitarrista rítmico lleno de energía y un baterista enloquecido con corpse paint que parecía la versión en carne y hueso de Animal, de los Muppets, Friedman ofreció un espectáculo que osciló entre la melancolía más íntima y la furia más desenfrenada del metal.
Marty inició su presentación con temas cargados de emoción como “Deep End” y “Angel”, dos piezas que permitieron al público entrar en sintonía con su estilo preciso, sentimental y dramático. Pero la calma pronto se transformó en tormenta: con una ejecución frenética y técnica impecable, Friedman guio a la audiencia por un viaje sonoro que incluyó temas clásicos de su repertorio, canciones de sus discos Tokyo Jukebox como “Kaze ga Fuiteru”, potentes composiciones como “Hyper Doom” y “Elixir”, y piezas profundamente emotivas de Drama como “Illumination” y “Tearful Confession”. Cada interpretación fue una muestra de dominio total del instrumento. Friedman tocaba con los ojos cerrados, como poseído por el espíritu del rock y el metal, permitiendo que su guitarra hablara por él. El público, extasiado, respondía con ovaciones que hacían temblar las paredes del recinto. El momento esperado, el momento deseado de volver a escuchar las partituras originales, fue «Tornado of Souls», donde todo seguidor de Megadeth se sintió entre nubes. Su solo de este tema del disco Rust In Peace, que es catalogado como el mejor disco de Megadeth y donde Marty aportó arreglos, junto a Dave Mustaine, le permitió entregar un perfecto tema, que no era un cover, era su sentimiento y una co creación.
La noche también estuvo marcada por momentos entrañables. Durante un instante divertido, el guitarrista Naoki tomó un solo que le correspondía a Friedman, lo que provocó una breve “discusión” en japonés entre risas y gestos irreverentes, seguida de una venganza sonora: un solo demoledor de Marty que encendió nuevamente al público. Es increíblemente difícil de creer que, a pesar de sus 62 años de edad, la energía joven de Marty Friedman es impresionante, ya que ni siquiera parece tener esa edad fisicamente, su precisión y ejecución fue apabullante que dejo perplejo al Foro Independencia que se encontraba al 60 % de su capacidad. Marty, no solo ofreció al público un recuerdo juvenil de la cultura del rock y metal de los años 1980 y 1990, sino que su impecable técnica de shredding también sirvió como una declaración contundente de que la cultura del rock y el metal sigue siendo relevante hasta el día de hoy.
Marty, oriundo del área de Los Ángeles, California, se fue a vivir a Japón en 2003, y su decisión estuvo motivada principalmente por su fascinación por la música y la cultura japonesa. Lo intrigaban los arreglos, las melodías y la forma en que los japoneses mezclaban estilos musicales. Esta curiosidad se convirtió en una pasión, y decidió mudarse para estar más cerca de esa escena. En Japón, Marty logró lo que muy pocos músicos extranjeros han hecho: convertirse en una celebridad de la televisión. Apareció en una gran variedad de programas de entretenimiento, música y cultura, ganándose el cariño del público japonés no solo por su talento musical, sino también por su esfuerzo por aprender el idioma y adaptarse a la cultura local. Fue anfitrión de programas como Rock Fujiyama . Friedman ha dicho en varias ocasiones que se siente más “en casa” en Japón que en cualquier otro lugar. Admira la cortesía, el orden, el respeto por la música y la cultura que existe en la sociedad japonesa. Incluso aprendió japonés de manera fluida para integrarse mejor.