Revista101.com | Gracia e intelecto son ingredientes indispensables para que un dibujante entre en la metamorfosis que lo lleve a convertirse en monero, coincidieron los participantes en la mesa “Humor en los tiempos del cólera”, el argentino Juan Matías Loiseau, Tute; el colombiano Omar Alberto Figueroa, Turcios; y los mexicanos José Trinidad Camacho, Trino y José Ignacio Solórzano, Jis. El nombre de la mesa fue una paráfrasis a El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, libro que al parecer sólo fue leído por Tute porque lo obligaron en la escuela, según confesó.
El argentino contó que desde que tenía cuatro o cinco años le nació el instinto de dibujante, que fue alimentado porque su padre fue el caricaturista Carlos Loiseau, Caloi, quien junto con Fontanarrosa y Quino han sido los grandes exponentes del humor gráfico argentino y mundial. Él no tenía un plan B: quería ser monero y se enfocó en ello desde niño. “Para hacer humor gráfico hacía falta tener ideas, y esas ideas tenían que ser ingeniosas, es decir, es un trabajo de intelectuales”.
Por eso, una tarde durante su adolescencia Loiseau comenzó a generar ideas y bocetos de posibles chistes. Cuando armó una carpeta, se fue a la escuela del dibujante Carlos Garaycochea, quien lo mandó directo al segundo año, al reconocer su talento.
Turcios, en cambio, iba a ser músico de cumbia vallenata, hasta que vio en el suplemento de un periódico una caricatura, y él se imaginó que podría hacer lo mismo. Fue un cambio drástico en su vida, porque él se la pasaba en la calle y de repente se recluyó en su habitación para dibujar y leer el humor gráfico de Quino y Fontanarrosa. A partir de un encuentro que tuvo con este último, en una visita que hizo a Colombia, fue que se decidió a dibujar.
Trino recordó también su larga trayectoria contando la anécdota cuando una fanática de la tercera edad le pidió un dibujo autografiado. “En una Feria aquí, hace como quince años, llegó una señora de cierta edad, muy grande, y traía mi libro y me dijo: ‘Buenas tardes, yo lo admiro a usted desde que era chiquita’; yo la vi y me dije ‘no se tomó sus pastillas o algo’, y entonces me dijo que compraba mis libros desde joven y me dice: ‘¿Me dibuja una Mafalda?’, entonces ahí me di cuenta de que Trino y Quino eran casi lo mismo, entonces le aclaré, ‘Soy Trino’, sí le dibujé una Mafalda a mi estilo y le puse ‘Para fulanita de tal, de Trino’, y me dice: ‘Le salieron igual que sus libros, gracias’, nunca la pude sacar de ese asunto, creía que yo era Quino, me sentí un semidios en esos minutos”.
La mención del creador de Mafalda le trajo a Tute una anécdota a la mente, relacionada con la tremenda sinceridad de Quino. Tute contó que a los 17 años tuvo la oportunidad de ir a una comida donde se encontraba su ídolo, por lo que aprovechó para mostrarle sus primeros dibujos. “Le di la carpetita y le dije, ‘maestro’, ahí muy tembloroso, ‘le quería mostrar mis primeros dibujos, mis primeros chistes’. Él estaba terminando el postre, corrió el platito, puso la carpetita y empezó a pasar las páginas”.
De pie, junto a Quino, veía cómo les daba vuelta una a una, al tiempo que Tute trataba de identificar en su rostro una mueca, si se reía, pero nada: era como si estuviera leyendo una revista de publicidad. Recordó que en la décima página estaba su mejor chiste, pero cuando llegó a ella tampoco vio variación alguna en la faz de Quino, quien al terminar le devolvió la carpeta. “Me mira y me dice, ‘Hay que meter más el dedo en la llaga’, corre el platito y sigue comiendo. Para mí fue letal, porque cuando uno recién empieza uno piensa que es un genio”.
Pasan los años y cada vez es más difícil ser original, por lo que es importante ser fiel a uno mismo, insistió Tute. “Tiene relación a lo que me dijo Quino a los 17 años, que había que meter el dedo más en la llaga, esa llaga es esa herida de la que el humorista saca las cosas, porque el humorista gráfico no saca las cosas de una cantera feliz, alegre, cómica, sino de una cantera llena de preocupaciones, angustias, inquietud, de miedo, de fantasmas, y uno hace humor con esa materia. La única forma de tener la chance de ser original es de abrevar en las propias aguas, qué nos pasa a nosotros, qué dudas tenemos, cuál es nuestro propio universo y generar el humor”.
Los moneros reconocieron que hay muy poca presencia de las mujeres en las tiras cómicas, probablemente porque ellas prefieren la novela gráfica o comedia. “Hace años que falta 60 por ciento de la opinión del mundo, que son las mujeres”, recordó Turcios una frase, aunque atribuyó más al patriarcado esa falta de representación. Los moneros participaron en la mesa “Humor en los tiempos del cólera” en la reciente FIL Guadalajara 2023. Revista101.com
Imagen | Universidad de Guadalajara