Marco Galván | Existen discos que, cuando los pones por primera vez en el reproductor, te erizan la piel y dejan un grato recuerdo de por vida en tu experiencia sonora. En la historia de la música, ha habido una guerra de formatos dentro de la industria discográfica; uno de ellos es el EP (extended play) o, en español, reproducción extendida, que generalmente tiene un máximo de 20 a 25 minutos. No puede considerarse un sencillo, ya que estos suelen tener un par o tres de canciones, pero el EP puede tener de 4 a 6 pistas. Es decir, es demasiado extenso para ser un sencillo y muy corto para considerarse un álbum. Por razones comerciales y de experimentación con el mercado, muchas disqueras optaban por lanzar un EP para evaluar la reacción del consumidor, como fue el caso de bandas como Ratt o Raven.
Especialmente, el EP homónimo de Queensrÿche es como un tatuaje en el alma que te transporta a un cuarto adolescente lleno de pósters y esperanza que la música conlleva. Inicialmente, el EP fue lanzado por la banda y su manager de forma independiente, vendiéndose en sus presentaciones en 1982. Dicho EP llegó a manos de los ejecutivos de EMI América, quienes, impresionados por la calidad de la grabación, ofrecieron un contrato discográfico a la banda. Se reeditó formalmente con el sello EMI un año después.
El disco original constaba de 4 canciones; en ediciones póstumas, se incluyó la canción «The Prophecy» como bonus track, originalmente hecha para la película documental de 1988 «The Decline of Western Civilization» sobre la escena del heavy metal y algunas bandas sin firmar. Se reeditó y remasterizó una vez más en 2003 en un formato más completo, incluyendo su primer concierto en Tokio, Japón, como bonus tracks.
El sonido en la producción del EP llamado simplemente «Queensrÿche» es crudo, poderoso e impecable considerando el tiempo en que fue hecho; una joya y un comienzo muy prometedor para una banda que apenas empieza y que es demasiado sofisticada, inusual y avanzada, yendo dos pasos adelante de otras bandas contemporáneas de metal progresivo como FATES WARNING o SAVATAGE.
Queensrÿche se formó en 1982 en Bellevue, Washington, inicialmente como una banda de covers tributo a Black Sabbath con el nombre de «The Mob» (en homenaje al álbum «Mob Rules» de Sabbath). Fue fundada por dos guitarristas obsesionados, Chris DeGarmo y Michael Wilton, quienes reclutaron al bajista Eddie Jackson y a Scott Rockenfield. Geoff Tate, que estaba en otra banda llamada «Myth», se unió para las sesiones de grabación y, tras la calidad de la grabación, decidió unirse a Queensrÿche a tiempo completo.
No hay mejor canción abridora que la impresionante «Queen of the Reich», una obra maestra de heavy/power metal antes de que se catalogara de esa manera. Deja a cualquiera que no los conozca con la boca abierta con su complejidad estructural, riffs poderosos y la tesitura vocal única de Geoff Tate que alcanza unos gritos tan altos que hacen que Rob Halford de Judas Priest parezca alguien promedio. La letra posiblemente hable de la mujer más sanguinaria del Tercer Reich, María Mendel, encargada de seleccionar a los judíos que serían ejecutados en la cámara de gas.
La segunda canción, «Night Rider», mantiene la energía y va un poco más rápido con excelentes y más pesados riffs en armonía con la guitarra, pero con la misma furia de la primera canción y un bajo incesante. La tercera canción, «Blinded», tiene coros muy melódicos y gritos muy altos que van subiendo en escala, junto con riffs apocalípticos que dan la sensación de caer al abismo.
El último track, que cierra el EP, es la balada «The Lady Wore Black». El intro comienza con un sonido de fondo de viento soplando y pájaros, para dar paso a un silbido entre arpegios tristes y una atmósfera melancólica. Muy alejada de ser la típica power ballad, la letra narra la historia de un hombre que sale a caminar en una mañana helada y se encuentra con el alma vagabunda de una mujer vestida de negro, prisionera en esta tierra por la eternidad, siendo maldecida por el amor del espíritu. Esta última canción muestra el lado más suave y tranquilo en la voz de Tate, con un gran efecto y eco sonoro. Cuatro canciones muy poderosas y bien hechas, dejando para la historia de la humanidad un verdadero clásico imprescindible.