El mismo Romanos era un usurpador, en el año 919 había despojado del imperio al auténtico heredero, Constantino Porphyrogenitus, y más de veinte años después fue depuesto por sus hijos supervivientes, Esteban y Constantino, quienes planeaban hacerse con la administración. Constantino Porphyrogenitus actuó con rapidez y con el respaldo adecuado se deshizo de los hijos de Romanos Lecapeno, haciéndose con lo que por derecho le correspondía, el control absoluto del imperio romano.
Entre los artífices que apoyaron a Constantino Porphyrogenitus se encontraba la “casa Focas”, cuyos miembros recibieron importantes gratificaciones por sus servicios; el patriarca de la estirpe Bardas Focas fue laureado como supremo comandante de la armada, el hijo mayor Niceforo fue nombrado strategos de Anatolikon, León recibió el cargo de strategos de Capadocia y Constantino Focas fue señalado como strategos de Seleucia. Otros miembros que respaldaron a Constantino Porphyrogenitus a recuperar su legado fueron Marianos Argyros y Basilio Lecapeno, quien obtuvo la mayor recompensa al ser nombrado Parakoimomenos, el cargo administrativo más importante en el imperio.
El cargo de Parakoimomenos o ministro era de tremenda autoridad en la administración imperial y su influencia rivalizaba con la de los emperadores. Cristalino ejemplo de esto es el de otro Basilio. Se trata de Basilio el macedonio, quien fue Parakoimomenos en el gobierno de Miguel el Beodo, siendo tal su autoridad que todo el mundo le conocía como el otro emperador. Su poder llegó a límites insospechados, al grado de deshacerse de Miguel y tomar él mismo las riendas de la corona, fundando de la dinastía macedónica.
Helena, hija de Romanos Lecapeno y esposa de Constantino Porphyrogenitus siempre protegió a su medio hermano, el eunuco Basilio, consiguiendo para él un puesto de privilegio en corte. El emperador Constantino descubrió una antigua conspiración del ministro Theofanes, quien fue depuesto y exiliado, siendo entonces cuando Basilio Lecapeno lo sucedió en el cargo de Parakoimomenos. Desde aquel momento Basilio, apodado el bastardo, comenzó a obtener significativo prestigio a través de su puesto y como gobernante de facto, mientras el emperador, quien era un erudito reconocido, se dedicaba a escribir, pintar y embriagarse.
Constantino falleció en 959 d.C. y lo reemplazó su hijo Romanos II, quien desestimó los servicios de Basilio Lecapeno y colocó en el puesto de Parakoimomenos a otro eunuco, José Bringas. Después de un breve reinado el emperador Romanos II pereció en 963 y fue Bringas quien comenzó a hacerse cargo de las funciones gubernamentales desde entonces. Mientras tanto, Basilio el bastardo preparaba todo en la ciudad de Constantinopla para apoyar el golpe de Estado del general Niceforo Focas, las revueltas habían comenzado y el eunuco Lecapeno había ofrecido tres mil hombres para las mismas.
Basilio amaba los libros, la educación y ante todo el poder, por lo cual partió al cuerno de oro, tomó posesión de todas las embarcaciones y zarpó con una amplia flota a través del Bósforo en busca del nuevo emperador, quien había sido aclamado por su ejército. De regreso en Constantinopla y en presencia de los jóvenes herederos, Basilio y Constantino (hijos del extinto Romanos II), Niceforo recibió la diadema por parte del patriarca Polyectus en la iglesia de Santa Sofía. El senado y el pueblo de Roma estaban con Niceforo y Basilio Lecapeno recuperaba su cargo como Parakoimomenos.
A los pocos años un nuevo golpe de Estado se fraguaba y el gran ministro estaba dispuesto a participar y ser parte clave del mismo. Después de todo consideraba que su lealtad la tenía hacía los romanos, a quienes servía mediante sus labores de gobierno, e igualmente no deseaba correr el riesgo de perder nuevamente su poderosa posición, pues además de ser Parakoimomenos, era la cabeza del senado y el director de Palacio.
En esta ocasión el eunuco apoyaría al sobrino del emperador Niceforo, un militar llamado Juan Tzimisces con quien había estado en campaña diez años atrás en Samosata. Curiosamente, mientras se desarrollaba la maniobra definitiva contra el emperador reinante, Basilio Lecapeno enfermó, pero cuando supo del éxito obtenido y que Niceforo Focas había muerto de inmediato se recuperó y se apresuró a felicitar a Juan Tzimisces. El eunuco fue ratificado por el nuevo monarca como Parakoimomenos y rápidamente se dispuso a anunciar en toda Constantinopla la buena noticia, la ascensión de Juan.
El usurpador Juan falleció tras siete años de gobierno y la posición recayó en los jóvenes Basilio y Constantino, de dieciocho y dieciséis años respectivamente. No obstante el verdadero poder seguiría en manos de su tío abuelo Basilio Lecapeno, la persona más destacada del imperio romano en esos momentos. El Parakoimomenos mantuvo una relación cercana y un afecto genuino por su sobrino Basilio, a quien orientó conforme progresaba, como si de un padre adoptivo se tratase.
Durante sus primeros diez años como emperador, Basilio delegó las labores de gobierno en su tío abuelo, mientras con atención observaba, aprendía y se limitaba a firmar cualquier documento que se le proporcionara. La población civil, así como el ejército acudían directamente a solventar cualquier dificultad con el eunuco, pues este era el responsable único de la administración y finanzas públicas.
A pesar de la eficiente labor desarrollada por el Parakoimomenos y de que el emperador se encontrara en deuda por sus años de servicio, llegó el momento en que Basilio decidió prescindir de su tío abuelo. En condiciones normales el emperador mandaba llamar a sus consejeros, pero dada la delicadeza del asunto y al parentesco, Basilio decidió presentarse personalmente en los aposentos de su viejo tío. Un sirviente recibió al jerarca el cual fue conducido hasta una inmensa e impresionante biblioteca en donde se encontraba el eunuco escribiendo. Cruzaron miradas y después de un frío abrazo comenzaron a conversar.
-Me disculpo por interrumpir tus actividades y me limito a confirmar lo que con anterioridad hemos hablado. Es momento que pienses en retirarte y descansar -afirmó el emperador viendo fijamente a los ojos a su ministro.
Con tono soberbio y con una mueca de desconcierto Basilio respondió con vigor.
-Mi querido sobrino, pensaba que honrabas visitarme para agradecer todo lo que he hecho en el gobierno desde la época de tu abuelo y que espero continuar realizando durante muchos años más.
-Pienso hacer importantes cambios en la administración y es fundamental comenzar por el cargo de mayor importancia, el tuyo -manifestó el emperador con serenidad.
El eunuco con los ojos desorbitados y las manos temblorosas replicó mientras aumentaba el volumen de su voz.
-¿Crees que podrás con la responsabilidad? Gobernar este monstruo no es tan sencillo como armarse y salir a enfrentar a un grupo de rebeldes o derrotar a una tribu de bárbaros que apenas cuentan con escudos de mimbre. ¡Soy yo quien ha construido todo esto! ¡Yo soy el imperio!
Con tranquilidad y firmeza el emperador zanjó la charla.
-Tío, mi hermano y yo apreciamos todo lo que bien has hecho. Todos los romanos valoran tu labor y te admiran. Aunque a título personal siempre me desagradó tu alianza con la casa Focas y algunas otras cuestiones que hemos discutido y que han desgastado nuestra relación. Ahora solo debes pensar en descansar y retirarte con la misma dignidad con la que has gobernado.
El gran ministro Basilio Lecapeno sirvió para cinco emperadores, dos usurpadores y tres nacidos en el púrpura imperial. Este destacado hombre y extraordinario estadista fue exiliado a Crimea en el año 985 d.C. y poco tiempo después feneció.
Fuentes:
PSELLOS, Miguel. Fourteen byzantine rulers. Penguin classics
ROMANE, Julian. Byzantium triumphant. Pen and sword. (Miguel Psellos, León el diácono, Juan Escilitzes).
KALDELLIS, Anthony. Streams of gold, rivers of blood. Oxford
RUNCIMAN, Steven. The emperor Romanus Lecapenus & his reign. Cambridge
MCGEER, Eric. Sowing the gragon’s teeth. Dumbarton Oaks
HERRIN, Judith. Byzantium, the surprising life of a medieval empire. Princeton
NORWICH, John Julius. A short history of Byzantium. Knopf
OSTROGORSKY, George. History of the byzantine state. Rutgers
The complete works of Liutprand of Cremona. CUA press Revista101.com
Imagen | En un Viejo Libro