Héctor Castro Aranda, texto y fotografía | El set de Kontravoid marcó una avalancha de luces estroboscópicas sincronizadas con la textura melódica y los ritmos. Usando una máscara blanca y ropa negra, Cameron Findlay parecía canalizar y resistir el espíritu de una era en la que todos somos alentados a monetizar nuestras propias vidas y convertirnos en una figura «sin rostro» al servicio de una agenda corporativa internacional y autoritaria, que ve a prácticamente todos como intercambiables y útiles solo en la medida en que encajan en la estrategia de maximizar las ganancias por encima de cualquier otra necesidad o preocupación humana. Con absoluta firmeza, a las 11 : 30 de la noche, como si de una pesadilla se tratará, el canadiense, ex miembro de Crystal Castles, como un magneto, los bailes en el C3 Roftop de 200 personas no pararon el 15 de agosto.
Con esta música, Findlay, Kontravoid , ofreció una forma poderosa de música oscura y bailable que hace imposible olvidar que tienes un cuerpo en el que vives, y que la experiencia de ese cuerpo es muy tuya. Con la vitalidad de la actuación y los sonidos de la música, sentías que formabas parte de algo, sin ser consumido por ello. Kontravoid creó un espacio mental fuera del tiempo normal con los estrobos, y cuando se apagaron, se sintió como un suave retorno a la existencia ordinaria. Ese efecto es, sin duda, un regalo. Kontravoid, aviva el recuerdo de conjuntos como Front 242, Ministry, Nitzer ebb, pero potencializado.