Héctor Castro Aranda, texto y fotografía | El cinco de diciembre, Guadalajara vivió un hecho histórico por la visita de dos leyendas del hardcore punk de la vieja escuela del sur de California. Los Descendents como Circle Jerks, ambas con más de 45 años de trayectoria. Quienes están familiarizados con Circle Jerks y Descendents saben que estas bandas no son precisamente una «taza de café descafeinado». El combo logró llenar el C3 Stage el cinco de diciembre, con largas filas en el vestíbulo para adquirir la mercancía especial que combinaba los icónicos logotipos de ambas bandas, con un jugador de fut bol con los colores de la selección mexicana. Ademas la asistencia portaba playeras tanto de Black Flag, OFF! y The All, por sus historias afines.
Circle Jerks abrió su set con una serie de canciones cortas, todas de ritmo acelerado y riffs de guitarra contundentes. El vocalista principal, Keith Morris de 68 años, lideró la música, colocándose en el centro de la actuación mientras las multitudes iniciaban un mosh casi interminable. Solo los que estaban en los bordes de la pista lograron evitar el remolino humano. Incluso se desató una pelea en medio de la euforia, aunque terminó tan rápido como empezó. A mitad de su set, comenzó el crowd surfing. Personas de todas las edades se turnaban para ser levantadas sobre las cabezas del público, trasladadas por la sala y depositadas en los brazos del personal de seguridad, para luego correr de vuelta y repetir la experiencia. En el nivel superior, los asientos estaban ocupados por niños con protección auditiva y personas mayores moviendo la cabeza al ritmo de la música, aunque la mayoría permanecía sentada. Con la batería rápida, las intensas líneas de bajo y los acordes vertiginosos, Circle Jerks lograron poner la sangre a fluir.
Aunque la reunión de los Circle Jerks en los años 90 solo produjo un nuevo álbum, la banda continuó de gira hasta su pausa en 2011. Sin embargo, desde 2019, han vuelto a los escenarios con Keith Morris, Greg Hetson y Zander Schloss, esta vez compartiendo escenario con el baterista de Queens Of The Stone Age, Joey Castillo. Familiarizado con la escena hardcore del sur de California.
Donde el crowd surfing se había contenido durante el acto anterior, comenzó desde el primer momento cuando Descendents arrancó su presentación con “Feel This”. En ocasiones, se necesitó ayuda extra para atrapar a los surfistas de manera segura, lo que solo incrementó la energía junto con el moshing continuo, que hasta con personas colgadas del techo terminó. El vocalista Milo Aukerman se subía frecuentemente a los altavoces de bajo que rodeaban el escenario, decorados con su peculiar botella de agua estilo punk, y daba el micrófono a varios fans para que cantaran junto con él. Clásico tras clásico: “Silly Girl”, “Clean Sheets”, “Everything Sux”, “When I Get Old” y “Suburban Home” formaron parte de su setlist de 34 temas.
Para una banda que ha resistido los retos del tiempo, la pasión y diversión de sus integrantes fue evidente en la alegría de su actuación. Desde sonrisas entre ellos hasta bromas, la amistad duradera entre los miembros estuvo a plena vista. Stephen Egerton, el guitarrista, dio todo en sus solos, mientras el bajista Karl Alvarez observaba la escena de un público disfrutando una noche de total desenfreno.
Conocidos por sus canciones honestas, peculiares y directas, incluso temas como “I Like Food”, “Wienerschnitzel” y “I Don’t Want to Grow Up” animaron tanto al público como sus pistas más radiofónicas, como “Coolidge”, “I’m The One” y “Thank You”. La banda cerró con “Smile”, pero regresó para un encore que incluyó “Good Good Things” , elegida por un miembro del público, donde se subió al escenario Adan Sánchez, un colaborador de este medio de comunicación para tocar el bajo. “Global Probing”, “Grudge” y “Get the Time”. Mientras tres miembros salieron tras la última canción, Bill, la fuerza impulsora de Descendents desde casi el día uno, permaneció un poco más mientras la audiencia se retiraba. No hace falta decirlo: fue una noche épica.
La más destacada y exitosa fue la reformación de The Descendents a mediados de los años 1990 y el lanzamiento de, Everything Sucks!, en 1996. De ese álbum surgieron «Coffee Mug» y «I’m The One», dos canciones que no solo capturan el rango de su estilo compositivo, tanto antiguo como nuevo, sino que también los impulsaron en el resurgimiento del punk de los 1990 a un nivel de reconocimiento mainstream mayor al que habían disfrutado previamente.