
Isaac Anaya, texto y fotografía | El dúo suizo-ecuatoriano Hermanos Gutiérrez ha recorrido un largo camino desde aquellas primeras sesiones de improvisación en su sótano. El 17 de abril cautivaron a más de 1,1000 asistentes en el C3 Stage, donde no cabía ni un alma y a las afueras del lugar, personas desconcertadas tratando de encontrar un acceso, el escenario no fue el más perfecto para su característico sonido “spaghetti western”, envolvente y nostálgico, pero la magia sucedió.
Los hermanos aparecieron en escena con un estilo que reflejaba plenamente su música. Estevan, dramático y magnético,, sombrero de ala ancha y un pendiente de plata. Alejandro, por su parte, apostó por un look monocromático, sobrio y elegante. Juntos, rodeados solo por los instrumentos que tocarían durante la velada, dieron inicio a un viaje sonoro hipnótico. Las guitarras arpegiadas, loops envolventes y repeticiones rítmicas generaron una atmósfera de trance. El público, con vinilos recién comprados en mano, se dejó llevar por los sonidos, meciéndose al compás de los movimientos sincronizados de los hermanos.
La ausencia de voces no fue una limitación, sino una virtud. Las melodías instrumentales envolvieron al público, generando una conexión íntima e hipnótica que solo se rompía con espontáneos gritos de admiración. Los hermanos respondieron con humildad, agradeciendo con sinceridad y cariño a sus seguidores. Uno de los momentos más memorables fue la interpretación de “Tres Hermanos”, una pieza que evoca paisajes desérticos oníricos a través de melodías cíclicas de guitarra y percusión constante. Otro punto alto fue “Low Sun”, donde Alejandro, con su guitarra lap steel, logró emular el calor dorado de un atardecer en el desierto. A mitad del concierto, el dúo cambió de rumbo musical, explorando sonidos más etéreos y espaciales. Con esto, introdujeron la evolución de su más reciente álbum, Sonido Cósmico, un trabajo que los lleva más allá del paisaje árido hacia una odisea sideral.
Durante ese tramo del concierto, Estevan compartió con humor cómo ambos imaginan viajar juntos en una nave espacial por las estrellas, y esa visión se plasmó en su siguiente tema, “Los Navegantes”, transportando al público a otro plano emocional. Más que intérpretes, Hermanos Gutiérrez se sintieron como viejos amigos compartiendo historias, anécdotas y momentos únicos con el público. El final llegó con “Nuevo Mundo”, una pieza cargada de esperanza que simboliza el cierre del viaje por el desierto y el regreso a la realidad. Un broche de oro emotivo para una noche que fusionó lo terrenal con lo celestial, dejando al público encantado en su salida a las calles de Guadalajara.