
Héctor Castro Aranda | Fue necesario esperar catorce años, atravesar una pandemia y dejar atrás un episodio caótico para que finalmente ocurriera el esperado reencuentro. Evaristo Páramos, figura emblemática del punk ibérico y eterno líder de La Polla Records, se presentó en Guadalajara, o a las afueras de la misma, luego de previas horas de mucha tensión por una posible cancelación y tres cambios de escenario de último momento. Originalmente a Evaristo y su séquito de fieles punks, les tocaría una flamante Arena Guadalajara, pero las obras, impidieron que esto sucediera, luego la Concha Acústica, luego el Estudio Cavaret y finalmente el Sede Stage.
El 21 de junio, 10 mil personas, no dejaron su fe a un lado para poder apreciar los temas más antisistema del punk en español, con un concierto que no solo revisó su trayectoria musical, sino que también sirvió como acto de redención para uno de los shows más controversiales de la última década. Desde temprano, los alrededores del Santa Anita, se vistieron con camisetas negras, mochilas con parches y litros de cerveza compartidos entre grupos de amigos. Galerias Santa Anita, se volvió un campamento, que a la cualquier provocación la mecha podía encenderse. Era una cita con la historia del punk ibérico, una jornada de reencuentro, catarsis y memoria.
Muchos viajaron desde regiones, algunos cruzaron fronteras, y no faltaron quienes regresaban a ver a Evaristo décadas después de haberlo conocido con La Polla Records o Gatillazo. Las conversaciones giraban en torno al posible setlist, al recuerdo del 2011 y al deseo ferviente de que esta vez nada saliera mal. A las nueve de la noche, las luces bajaron y la figura inconfundible de Evaristo Páramos apareció en el escenario. La ovación fue ensordecedora. Con su actitud irreverente intacta, lanzó la primera estocada con “Nuestra alegre juventud”, encendiendo al Sede Stage en un pogo inmediato y fervoroso. Lo que siguió fue una lección de historia punk, de casi dos horas, atravesando cada una de las etapas musicales de Evaristo: desde La Polla Records hasta Tropa Do Carallo.
El repertorio fue extenso y generoso, con temas como “Esclavos del siglo XXI”, “La última patada”, “Txus”, “Mucha muerte”, “No somos nada” y los infaltables del final: “Salve”, “Carne para la picadora” y el clásico “Ellos dicen mierda”, coreado por miles con rabia, amor y memoria, aten un sonido inentendible pero que la asistencia cantaba letra por letra. A sus 65 años, Evaristo demuestra que no ha perdido ni un gramo de fuerza, sarcasmo ni energía escénica. Con su verbo afilado, mantuvo una relación directa y cómplice con el público, entre provocaciones políticas, críticas sociales y un discurso de calle que no busca agradar, sino hacer pensar, molestar y movilizar. Porque eso es el punk, y él lo sabe mejor que nadie. Un buen detalle y un golpe más en la nostalgia fue que Evaristo vino con el bajista de La Polla Records, Abel Murua. El show fue una experiencia catártica, con un Evaristo lúcido, potente y profundamente conectado con la audiencia. Lejos de ser una figura nostálgica, se presentó como un artista vigente, consciente del presente y comprometido con su legado y con su gente.