Ioannes Sdrech | A partir de su muerte en Castel Fiorentino en Apulia, el día de Santa Lucía de 1250, Federico de Suabia sería conocido como el Asombro del Mundo (Stupor Mundi). Valiente, apasionado, conciliador, excomulgado, rey, emperador, de mente brillante, un erudito.
Su padre, emperador del Sacro Imperio Romano, fue coronado rey de Sicilia el día de Navidad de 1194 en la Catedral de Palermo, un día después nace Federico; su madre Constanza, con más de cuarenta años dio a luz ante un gran número de testigos, algo necesario para dar fe de que el heredero era fruto de sus entrañas.
Su progenitor muere en 1197 y su madre al año siguiente. Constanza había realizado los arreglos necesarios para que el pequeño quedase bajo los cuidados del papa Inocencio III. Así, y solo en teoría, la indómita isla comenzaría a ser gobernada por un infante.
Federico respondía a una herencia normanda, los Hauteville, que habían conquistado tan fértil tierra de la mano de Roberto Guiscardo, y que para 1130 habían fundado el reino de Sicilia. Se trataba de un lugar mágico, poseedor de un legado mayestático, puesto que en él se habían asentado sicanos, elimios, focios, sículos, calcideos, hibleos, dorios, jonios, griegos, fenicios, cartagineses, romanos, vándalos, ostrogodos, romanos (recuperatio imperii), aglabíes, fatimíes y normandos; cayendo el último bastión romano, Bari, en 1071 y Palermo, capital del emirato fue tomada en 1072.
Durante su infancia Federico fue juguete en manos ambiciosas que buscaban la regencia, destacando su protector Inocencio III, su tío Felipe De Suabia; Markward Von Anweiler, apoyado por el corsario genovés Guglielmo Grasso, el príncipe güelfo Otón de Brunswick y el canciller del reino Walter de Palearia.
Mientras el pequeño Federico comenzaba a empaparse con lo mejor de los idearios helenistas, musulmanes y occidentales, el papa empleando la teocracia pretendió desarrollar una pugna a manera de cruzada contra Markward Von Aweiler, prometiendo a todo aquel que se enfrentase a tan bizarro adversario privilegios, tal y como si hubiesen partido a Terra Santa. Así, el guardián del niño-rey defendía los intereses de la Iglesia dentro del reino de Sicilia.
Las milicias pontificias desembarcaron en la isla y derrotaron a Von Anweiler a las afueras de Palermo, al no haber sido un golpe definitivo el rebelde retrocedió, fortaleció su destacamento, sitió Palermo, penetró en palacio y se apoderó del rey, no sin que el niño de cinco años se opusiera con vigor abalanzándose ante su captor, rasgando sus ropas y rasguñando su piel.
Inesperadamente Markward Von Anweiler pereció en 1202, Guillermo Capparone tomó su lugar, mantuvo cautivo al pequeño monarca y se autodenominó defensor del rey y gran capitán del reino. Desde Alemania, Felipe de Suabia concedió a Conrado Von Urslingen autoridad sobre el reino de Sicilia, mientras Inocencio III perdía control de la tutela de Federico y decidía llegar a un acuerdo con Guillermo Capparone y el resto de caudillos de la isla.
Hacia 1208 Inocencio tenía nula influencia en Sicilia, mientras se sucedían una serie de disputas intestinas protagonizados por Guillermo Capparone, Dipold de Acerra y Walter de Palearia. Con la confusión el pontífice recuperó la custodia del joven heredero gracias a la intervención de un legado papal. Poco después, en diciembre, con catorce años Federico alcanzaba la mayoría de edad y el papa hacía arreglos para su boda con Constanza de Aragón.
Felipe, tío de Federico, había sido asesinado; por lo que el candidato güelfo Otón de Brunswick, quien contaba con el respaldo de Inglaterra, reclamaba la corona siciliana. Para oponerse a la potencia del norte europeo y la acometida güelfa, Felipe Augusto de Francia brindó su respaldo a Federico. Otón y sus aliados anglosajones fueron derrotados en la batalla de Bouvines en 1214. De esta manera mientras Otón abdicaba y el rey Juan se sometía a la Carta Magna, Federico se consolidaba y toda Alemania se rendía a sus pies.
Tan pronto comenzó a gobernar, Federico absorbió el conocimiento de los hombres ilustres de la corte como Miguel Escoto, astrónomo y matemático, y Fibonacci, quien introdujo los números arábigos en Italia y otras partes de Europa. Asimismo se rodeó de tropas árabes y de la Orden Teutónica en Messina y Palermo, que habían sido fieles a su padre.
Sería el nuevo papa, Honorio III, quien le coronaría como soberano del Sacro Imperio Romano Germánico el 22 de noviembre de 1220 en San Pedro. Federico hizo de Sicilia la base de su imperio y como hombre adelantado a su época apostó por la educación, fundando la primera universidad laica en 1224 , la de Nápoles. Impulsó los Estudios (studium) de Messina y Palermo, dedicados a filosofía y medicina. Un hombre eminente como Federico, quien dominaba el siciliano, árabe, griego, latín y alemán, además de haber escrito una maravillosa obra dedicada a la cetrería era, sin duda, una amenaza para los Estados Pontificios.
En 1227 el papa Gregorio IX excomulgó al emperador, sirviéndose del pretexto de la cruzada a la que Federico se había comprometido y que venía prorrogando. Excomulgado, Federico partió a oriente y por medio de la diplomacia, el respeto, el honor y la admiración mutua floreció un milagro en el medio del desierto, Federico II y el sultán de Egipto, Al-Kamil, llegaron a un acuerdo sin derramar una gota de sangre. Jerusalén y otros lugares santos serían nuevamente potestad cristiana durante diez años, convenía así en el tratado de Jaffa de 1229.
El portento disgustó al papa, a los caballeros templarios y a la facción de barones aliados con la familia Ibelin. Tras recibir control de Jerusalén y establecer la paz, Federico regresó apresuradamente al reino de Sicilia para expulsar una fuerza militar que había sido enviada por Gregorio IX, además de sofocar levantamientos en Italia y Alemania atizados por el pontífice.
Constituciones de Melfi
Federico cimentó su gobierno auxiliado por el corpus iuris civilis, garantizando derechos personales al pueblo de una Sicilia multiétnica, multicultural y multirreligiosa. Las constituciones de Melfi, promulgadas en 1231, como código legal reforzó la autoridad del monarca sobre la nobleza, además de brindar una serie de derechos tales como el divorcio, que la mujer pudiese heredar propiedades, juicios rápidos y la abolición de la disputa legal a través de duelos entre dos caballeros. Todo tipo de hurto fue señalado, como el de ganado, el de metales de las monedas y más. Se castigó con severidad la falsificación de documento y se legisló en favor de los derechos de mujeres y niños, condenando la violación como delito grave.
Se procuró el medio ambiente prohibiéndose la posesión y quema de ciertas sustancias tóxicas, además de sancionar el desecho de determinado tipo de plantas, como lino y cáñamo, en aguas cercanas a las poblaciones, asimismo se restringió la venta de alimentos y pociones envenenadas.
Este ha sido un minúsculo trazo de lo que el asombro del mundo tiene para nosotros.
Fuentes:
MENDOLA, Luis. The Chronicle of Nicholas of Jamsilla. Trinacria Editions.
ALIO, Jacqueline. Ferraris Chronicle. Trinacria Editions.
Villani’s Chronicle. Archibald constable & co.
ABULAFIA, David. Frederick II. The Penguin press.
KANTOROWICZ, Ernst. Frederich the second. Head of Zeuz.
KANTOROWICZ, Ernst. The king’s two bodies. Princeton University press.
CASSADY, Richard F. The emperor and the saint. Northern illinois University press.
RUNCIMAN, Steven. The sicilian vespers. Cambridge university press.
Tucídides. Historia de la guerra del Peloponeso. Editorial Porrúa.