Ioannes Sdrech | Hace unos días me encontraba apreciando una película de Federico Fellini llamada Julieta de los espíritus (Giulietta degli spiriti). Durante el metraje se hizo referencia a una sobrinita del personaje interpretado por la actriz Giulietta Masina, la pequeña llevaba el nombre de Hildegarda y esa palabra susurrada con acento italiano llamó mi atención.
Desde mi ignorancia logré imaginar que bien podría tratarse de un nombre germánico que se había aferrado a la península itálica durante siglos. ¿Ostrogodo o lombardo tal vez? Me dirigí a mi biblioteca con intención de aclarar mis sospechas, pues además daba vueltas en mi cabeza Carlomagno, algún archivo perdido en mi sesera lo indicaba así. La madre de ese rey era Bertrada, eso lo tenía presente, y tras una sencilla consulta recordaría que su segunda esposa llevaba el nombre de Hildegarda, ya teníamos certeza de que el nombre era germánico.
En este caso, Hildegarda, no era ostrogoda o lombarda (pueblos germánicos que se asentarían en Italia) sino franca. Consorte de Carlomagno y madre del sucesor de este, Ludovico Pío. La dinastía Carolingia (fundada por el padre de Carlomagno, Pipino) no llegaría mucho más lejos, ya que Ludovico dividió el reino franco entre sus tres hijos, Lotario, Luis el germánico y Carlos el calvo. Esta fragmentación y consiguiente debilitamiento del reino franco facilitaría a otros pueblos penetrar al corazón de la Europa de la época (hecho conocido como segundas invasiones, tomando como referencia las incursiones que pueblos germánicos [y de otra procedencia] habían protagonizado siglos antes contra el Imperio romano).
Continué averiguando y advertí que el nombre fue llevado por una santa durante la Edad Media, Hildegarda de Bingen. Tomé un libro sobre santos medievales que me agrada especialmente, editado por la Universidad de Toronto, pues contiene únicamente fuentes primarias, aunque no conté con suerte, no incluía a esta santa. Entonces echaría mano de todos mis diccionarios sobre santos (Oxford, Penguin y demás) y logré aprender interesantes cuestiones sobre esa mujer excepcional. Hildegarda de Bingen nació en el Sacro Imperio Romano en 1098, mismo año en el que se fundaba la orden de Cister y en el que Bohemundo de Tarento se establecía como príncipe independiente en Antioquia (dentro del contexto de la Primera cruzada). Pertenecía a la orden fundada por Benito de Nursia, destacando por sus dones intelectuales al desarrollar trabajos teológicos, científicos y musicales.
Hildegarda recibió aprobación, del del arzobispo de Mainz primero y del papa Eugenio III posteriormente, para plasmar por escrito las visiones que había comenzado a tener. Se trataba de una abadesa ejemplar, respetada y seguida, su convento creció tanto que hubo de mudarlo a Rupertsberg, cerca de Bingen. Continuó su labor intelectual al escribir poemas, investigaciones sobre historia natural (plantas, árboles, minerales, peces, aves, cuadrúpedos y reptiles) y trabajos de medicina, por ejemplo, sobre la circulación de la sangre, dolores de cabeza, histeria, vértigo, obsesión y vapores (conocidos después, durante la Edad Moderna, como vapores melancólicos, muy propios del Animoso Felipe V de Borbón, lo que hoy coloquialmente denominamos depresión).
También compuso música, en particular himnos para la iglesia, llevó a cabo comentarios sobre el credo Atanasio, la Regla de San Benito y los evangelios, asimismo realizó estudios de hagiografía (la vida de los santos). Sus visiones, su erudición y los milagros que comenzaron a atribuírsele hicieron de Hildegarda una personalidad ilustre, cuestión que la llevó a mantener comunicación epistolar con estadistas de gran nivel, como Enrique II de Inglaterra, Federico I Barbarroja y el obispo de Roma Eugenio III.
Su obra más prestigiosa es el Scivias, un manuscrito iluminado (pequeñas ilustraciones que acompañan al texto) que se dividió en tres volúmenes y contaría con el respaldo del papa. Sus lineamientos partían de las visiones místicas que tuvo la santa, además se reproduciría y se difundiría como texto esencial por toda Europa. Hildegarda de Bingen expiró en el Sacro Imperio Romano en 1179, año en el que aún le acompañarían los milagros que iba produciendo.
Imágenes: Hildegarda representada en una miniatura (detalle), El Scivias, Sandra Milo y Giulietta Masina en Julieta de los espíritus.
Música de Hildegarda de Bingen: https://www.youtube.com/watch?v=-McX9GfVyho