José Rodolfo Castro | Alrededor de quince años se ha mantenido como taquillero Saúl «Canelo» Alvarez, permanencia para erigirse como la punta de lanza comercial del boxeo global, autoridad para decidir sus negocios.
Tiempo en el que detrás del boxeador tapatío lo escolta un pelotón de púgiles que aspiran a enfrentarlo, uno es el elegido, Jaime Munguía, para recibir bolsa de alrededor de diez millones de dólares, los demás ganan popularidad solo por perseguir al jalisciense, lo que se traduce en un enorme activo, y además gratuito.
Y ya no sólo boxeadores, también empresarios compiten por montar el siguiente encuentro de «Canelo», es negocio, aún con los fracasos en pago por ver de sus dos recientes peleas, ante John Ryder y Jermell Charlo. Jaloneo por presentarlo en su cuadrilátero Al Haymon de PBC, con una oferta monstruosa. Un receloso Oscar de la Hoya intenta que enfrente a uno de sus representados. Eddie Hearn, de Matchroom, lo invita para crear la promoción y pone el nombre de un boxeador poco popular.
Movimiento telúrico que arrebata, publicistas estadounidenses se agrupan y nombran al retador del tapatío, merolicos del mismo país hablan sin respeto de «Canelo». Uno de los organismos que rige el boxeo en el mundo, reitera que enfrente al campeón interino. Es el segundo episodio que ha construido Saúl Alvarez, estrategia con la que lo han socorrido con enorme publicidad, y sin sacar un solo peso, o dólar, de su bolsillo. Revista101.com
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