
Miguel Rodríguez, texto y fotos | Natalia Lafourcade deslumbró en Auditorio Telmex, con un concierto inolvidable que celebra la música latinoamericana, la emoción y la esperanza en tiempos difíciles. Así fue su noche mágica y su nuevo disco en vivo el cuatro de mayo. En una noche que quedará grabada en la historia de la música latina, Natalia Lafourcade hizo vibrar cada rincón del Telmex, con un grito que no pedía consuelo, sino que celebraba la vida: «¡Ay, ayayay!». No era un lamento. Era un canto de amor, un susurro convertido en explosión de júbilo. Un llamado a bailar, a sentir, a reconectar con lo esencial en un mundo marcado por fronteras físicas y emocionales. Con su voz suave y su energía desbordante, Lafourcade no solo ofreció un concierto. Regaló un refugio. Una pausa esperanzadora en medio de las tormentas del presente.
Natalia Lafourcade ha hecho con esta gira algo distinto, no hay grandes despliegues visuales. Solo música, alma y una conexión genuina con el público. Es la crónica sonora de una artista en la cúspide de su madurez creativa, «Cancionera», motivo de su visita a Guadalajara y su nueva gira. Desde la primera nota al piano, Lafourcade tejió un tapiz sonoro con raíces profundas. «Cancionera» y luego “De todas las flores”, canción que da nombre a su álbum de 2022, abrió paso a una travesía que combinó bolero, bossa nova, folk, samba, cumbia y son jarocho. Su voz, cargada de emociones, narraba historias de amor, de pérdidas y de renacimientos con una sensibilidad única.
En cada verso había una declaración de principios: no hay que temerle al dolor, sino abrazarlo y transformarlo en arte. Así lo demostró en canciones donde el recuerdo de relaciones pasadas se transforma en lecciones de amor propio, como un proceso de sanación pública, compartido con quienes la escuchaban con el alma expuesta. Lafourcade no es la misma joven que hace más de dos décadas cantaba sobre amores idealizados. Hoy es una compositora, productora y embajadora cultural que ha encontrado en la tradición musical latinoamericana un camino para trascender.
Desde su estudio en Veracruz, ha levantado una obra sólida, con identidad, alejada de los moldes comerciales. Cada proyecto es un acto de alquimia sonora. Su tributo a Agustín Lara, su serie Musas, y su más reciente exploración en De todas las flores, forman un cuerpo artístico que la sitúa entre las grandes figuras de la lírica latinoamericana contemporánea.
Temas como “Pajarito colibrí” son más que melodías. Son mantras, invocaciones poéticas para reconectar con la libertad interior. En ella, Lafourcade canta al vuelo, al renacer, a la capacidad de encontrar belleza incluso en los momentos más oscuros. “En estos tiempos, es fundamental cuidar nuestro corazón”, ha dicho la artista. Y cada canción suya parece estar diseñada con ese fin: ser bálsamo, consuelo y empuje.
Lafourcade ha demostrado que no necesita de modas pasajeras ni de ritmos estridentes para conquistar. Sin reguetón, sin corridos tumbados, sin escándalos. Su fórmula es otra: elegancia, coherencia, profundidad y un amor inmenso por la música. Hoy, con más premios Grammy que cualquier otra artista latina, con el respeto de la crítica internacional y el cariño de millones de seguidores, Natalia Lafourcade se confirma como un pilar fundamental de la música en español. El concierto fue un ritual. Una celebración de la música como vehículo de amor, como antídoto contra la desesperanza, como arma de belleza en tiempos oscuros.